Cultura

El teatro en Málaga tuvo nombre de mujer

  • En los años 60, Ángeles Rubio-Argüelles revolucionó la escena malagueña con la creación de la compañía ARA y las representaciones de clásicos en el Teatro Romano

Existe un nombre en la ciudad cuya sola pronunciación invita a la reverencia. Así lo atestigua la nómina de actores y directores que tuvieron el privilegio de conocer a Ángeles Rubio-Argüelles (Málaga, 1906-1965), condesa de Berlanga de Duero y, sobre todo, promotora de una iniciativa teatral que removió la escena malagueña en una época poco propicia para la farándula. Creadora del Teatro Escuela ARA, logró que en los 60, por las piedras del Teatro Romano, revivieran los clásicos gracias a su labor como directora y dramaturga. Por sus manos docentes pasaron Antonio Banderas, Raúl Sénder, Fiorella Faltoyano, Tito Valverde y una extensa lista de artistas agradecidos a sus más de 20 años de entrega como mecenas de la profesión en una ciudad de provincias, convertida en apéndice de la vanguardia teatral.

Escritora, historiadora, investigadora y de una personalidad "fascinante". Jesús García de Dueñas, autor del libro Ángeles Rubio-Argüelles , una dama del teatro, corrobora los calificativos que suelen acompañar a la protagonista. "Era una mujer muy conocedora del teatro, relacionada con los directores, culta y muy entusiasta", añade. A medida que iba contactando con personalidades cercanas a la dramaturga y consultando hemeroteca, el escritor constataba la "profunda admiración y respeto" con el que se trataba cualquier iniciativa emprendida por Rubio-Argüelles. "Hizo una labor encomiable en unos años muy difíciles", remata.

Para el actor y director teatral Chencho Ortiz , Angelita (como se la llamaba en su círculo) fue mucho más que una promotora teatral. Trabajó mano a mano con ella en la mayoría de sus montajes, compartió los últimos años de su vida y heredó tras su muerte parte de su patrimonio artístico: vestuario, un centenar de libros, y la historia en legajos del Teatro ARA, que donó al Ayuntamiento cuando, en un principio, se pensó llamar a la actual sala Rossini del Cervantes sala Ángeles Rubio-Argüelles.

"Solía llamar a Málaga la sorda porque decía que no atendía lo que se hacía en la ciudad. Ella pudo mantener toda la actividad teatral en pie porque la pagaba de su bolsillo", recuerda Ortiz. Hija de una multimillonaria, Carlota Alessandri y Aymar y casada con el escritor, aristócrata y diplomático Edgar Neville (conde de Berlanga de Duero), su privilegiada posición le acercó a Lorca, Falla, Ortega y Gasset, Valle Inclán, Baroja y Mihura. "Era amiga de los autores del momento y consiguió que vinieran a Málaga casi simultáneamente a los estrenos de Madrid", recuerda también el actor Óscar Romero, ex director del Teatro ARA.

Rubio-Argüelles impulsó el festival grecolatino en el Teatro Romano con 25 años de representaciones cada verano. "Por las obras que se estaban haciendo para crear la Casa de la Cultura ella se enteró de que las excavaciones habían descubierto el arco e hizo allí la primera representación en 1959", relata Romero para referirse a Las nubes de Aristófanes. Chencho Ortiz, por su parte, recuerda como un jovencísimo Antonio Banderas compartía escena con él en Julio César, en Las Fenicias y en Los Tarantos. "Nos tocaba siempre hacer de primos o de hermanos", apunta risueño.

Con sede física en la plaza del General Torrijos, el Teatro ARA (que responde a las iniciales de su mentora) llamó la atención en la época por lo ambicioso de su propuesta. "Tenía tres escenarios giratorios y una compañía estable, algo impensable en los años 50", aclara Ortiz. Posteriormente, junto a la plaza de toros Angelita creó el Corral de Comedias.

Fiorella Faltoyano entró con 13 años a formar parte de la compañía y se fue con 17 a trabajar como actriz a Madrid gracias al trabajo previo con Rubio-Argüelles, reconoce. Le impartía clases de vocalización, historia del teatro, vestuario y expresión corporal. "Hacíamos desde un Lope de Vega a un Alfonso Paso y un Shakespeare", rememora. Rubio-Argüelles invitaba a su teatro a directores de Madrid para que montaran sus espectáculos. De ahí que Faltoyano pudiese trabajar con Chico Ibáñez Serrador, Luis Escobar y Salvador Salazar, por entonces director del Teatro Español.

"El 80% de mi carrera se la debo a ella. Me enseñó todo lo que tenía que saber. Fue también una escuela de vida, nos indicaba cómo teníamos que comportarnos y relacionarnos con la gente guapa del momento", afirma la intérprete. Su veneración por la señora del teatro llevó a Faltoyano a sugerirle en 2006 al alcalde de Málaga, "que Ángeles Rubio-Argüelles merecía un libro". La respuesta la firmó Jesús García de Dueñas, en una prolija publicación de 500 páginas editada por el Teatro Cervantes.

A pesar de los reconocimientos, el camino artístico labrado por la mecenas malagueña no fue siempre llano. Óscar Romero recuerda entre sonrisas cómo burlaban la censura de la posguerra. Su estatus social y su pasaporte de diplomática ayudaba a que las autoridades fueran benévolas con sus iniciativas. Aún así tuvo que emplear la picaresca en más de una ocasión. "Hacíamos siete copias mecanografiadas en papel carbón del texto que íbamos a representar y al Ministerio le entregábamos las tres últimas, que casi no se leían. Aprovechábamos los 15 días de rigor para esperar la respuesta y, si no llegaba, el Gobierno Civil nos autorizaba el estreno. Luego la censuraban, pero ya estaba estrenada", recuerda Romero.

Uno de los textos de Rubio-Argüelles más polémicos en escena fue Lex Flavia Malacitana, un musical que parodiaba a los ediles de la época romana en relación con acontecimientos de los 60, y con música del maestro Moraleda (autor del pasodoble El beso). Romero rescata de los encontronazos con el poder más episodios. Para la representación en 1975 de Farsa y licencia de la reina castiza (de Valle-Inclán) sólo podían acoger en la sala a 36 espectadores "para que no hubiese aglomeración por ser una obra subversiva", expresa el actor.

Antes de que ARA irrumpiera en Málaga, la Escuela de Arte Dramático dependía del Conservatorio de Música y así se mantuvo hasta su regulación como entidad independiente en los 90. La labor de ARA vino a brindar una alternativa profesional única. Y, como subraya Romero, una forma de entender la vida "muy peculiar para una época tan oscura donde todo estaba prohibido o era pecado".

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