Cultura

Pirandello baila o el teatro como juego

XXVII Festival de Teatro de Málaga. Dirección: Natalia Menéndez. Texto: Juan C. Plaza-Asperilla, a partir de 'Cuentos para un año' de Luigi Pirandello. Reparto: Fidel Almansa, Jorge Calvo, Lola Casamayor, Lara Grube, José Luis Patiño, Juan Ribó, Antonio Zabálburu. Aforo: Unas 400 personas (menos de media entrada).

De verdadera y grata sorpresa puede considerarse estas Tantas voces, proyecto de Natalia Menéndez que sube a escena cinco relatos extraídos de los Cuentos para un año de Pirandello. Se trata de una obra póstuma y truncada, ya que el italiano sólo pudo terminar 241 antes de su muerte; el escritor aparece así en su plena madurez, y por tanto, como suele ocurrir a los genios, dispuesto a acometer un resumen de noticias con notable cariño y sobre todo cierta ironía para sí mismo, como con ganas de aliviar su literatura y su pensamiento de gravedad y hondura. Por su condición de dramaturgo, se podría pensar que la adaptación escénica vendría ya hecha de antemano en estos cuentos, pero en realidad no es así: Pirandello fue también maestro del género y contribuyó de forma notable al canon del mismo mediante la fijación de su arquitectura, de sus reglas intrínsecas y sobre todo de los sorprendentes finales, igual que hiciera Poe en su negociado. Llevar esta visionaria aportación al teatro exige, por tanto, valentía y cosecha propia.

Lo mejor del montaje, valga la redundancia, es su teatralidad. Y aquí sí se revela Pirandello en su completo magisterio. Menéndez acierta de pleno al concebir la propuesta como un juego y, con gusto y discreción, llena el espectáculo de recursos amables, espejos, cajas, bancos, coreografías, puertas, zapatos, junto a una evocación de los elementos invisibles que se dirige directamente a la más alta percepción infantil: la imaginación. Tantas voces tiene un toque naïve que funciona en la medida en que propone un realismo alternativo, un sistema existencial en el que tan lógico es emplear un banco como púlpito como echar mano de los fantasmas para hacer justicia. Pero, ¿acaso no es eso el teatro: otra realidad que, a pesar de su naturaleza fingida, es también realidad?

Ese baile de presencias, tiempos y paisajes que es en el fondo Tantas voces, donde transitan desde la crítica social (tan admirable y tan actual) de El certificado hasta una devastadora descripción del amor en Limones de Sicilia, gana enteros con un equipo de siete actores proverbial, capaz de dar vida a treinta personajes con una naturalidad pasmosa y cuyo trabajo se desenvuelve en las maneras clásicas del oficio, que mucho tienen que ver con el corazón. Lo cual, para espectadores un tanto desencantados y, como aquí su servidor, harto de ver a supuestos actores que parecen pregonar a gritos que no les gusta lo que hacen, es un gustazo. Permitan que subraye a Antonio Zabálburu en el ya citado Limones de Sicilia, perfecto en un registro muy difícil. Hoy repiten: vayan a verlo.

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