Cultura

Tres visiones, una mirada interior

Concierto de abono nº 13. Teatro Cervantes. Fecha: 9 de abril de 2010. Programa: 'Quiet City' de A. Copland, 'De Civitate maris' de García Román y 'Sinfonía nº 2' de C. Ives. Intérpretes: Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM). Solistas: Ángel San Bartolomé (trompeta) y José Ballester (corno inglés). Director: Arturo Tamayo. Aforo: Tres cuartas partes del total.

En la antesala de la finalización de la presente temporada, la Orquesta Filarmónica de Málaga presentó anoche su antepenúltimo programa. Un concierto que a simple vista puede resultar inconexo entre autorías y obras previstas, pero donde se expresa mucha más cercanía vivencial entre Copland, Ives y García Román, de la que se puede presuponer.

Dicho esto, la velada comenzó con las iniciales miradas evocadoras de la velada. En definitiva, un primer momento para aproximarnos a las sonoridades americanas por las que siempre luchó Aaron Copland, y un pensamiento reflexivo que pone un interesante punto de inflexión en su Quiet City de 1940. En este sentido, la traducción de Tamayo mostró contundencia en la demarcación de las atmósferas que directa e indirectamente trasluce la propia partitura. Una interpretación que se asentó en un excelente sonido de calidad tanto de José Ballester (corno inglés) como Ángel San Bartolomé (trompeta), y que propiciaron esa óptima contextualización que comentábamos.

La primera parte dio igualmente cabida a uno de los momentos más esperados del concierto: el estreno absoluto de la partitura De Civitate maris del compositor granadino García Román.

Perteneciente a su ciclo De Civitate, esta ciudad es un claro homenaje a la ciudad de Málaga. Un verdadero viaje a la tierra malagueña que seduce por lo evidente y lo oculto, y que manifiestamente da pinceladas con gran profundidad psicológica y en permanente juego de dualidad en los distintos momentos trazados: exaltación, emoción y tensión, en la permanente invitación del clarinete bajo, junto a la ensoñación, reflexión y memoria, del violín solista, ambos fuera de la escena. Un resultado que muestra grandes dosis de la madurez que el trabajo constante y siempre evolutivo de García Román deja impregnado en sus creaciones, y que, en resumen, cosechó amplias ovaciones por parte del público asistente, a pesar de los evidentes problemas técnicos del comienzo.

La última de las visiones evocadoras del alma interior de su compositor fue la Sinfonía nº 2 de Charles Ives. Comenzó la ejecución con un aceptable primer tiempo donde se evidenció la brillante idea de modificar la disposición de los efectivos orquestales, motivando un mayor diálogo entre los grupos de violines y resaltando su sonoridad, y que disipó el sonido por momentos quebradizo al término del mismo por parte de los primeros violines. Capítulo aparte, el momento más interesante se vivió en el tercero donde las trompas manifestaron un brillante sonido grupal y solístico, siendo fiel preludio de un último muy logrado en inmediata expresividad.

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