Canciones como amigos de toda la vida
Música Un grande del rock, en la proximidad
Lapido brilló con altura el jueves en el Centro Cultural Provincial
La noche parecía un recuerdo. Un tarareo de músicas de otras épocas. Guitarras eléctricas con protagonismo sobre el escenario. Y en el patio de butacas abarrotado un público más cerca de los 40 que de los 30. Espectadores a los que apetecía olvidar todo y reencontrarse con sus viejos amigos para seguir sintiéndose joven. Que parecían querer verse reflejado en un puñado de canciones para pensar qué ha sido de nuestras vidas gastadas buscando una dirección. La música de José Ignacio Lapido incita a ello: si no la conoces por no haberla escuchado nunca, sólo un concierto después las canciones te parecen amigos de toda la vida. Más aún cuando el granadino se mete en la piel de 091, cuando el sonido de su Gibson SG recuerda a Granada, a rock puro, a otro tiempo que muchos echaron menos durante el concierto.
Lapido abrió el jueves en el Centro Cultural de la Diputación la gira de presentación de su sexto disco como solista, De sombras y sueños (editado por su propio sello, Pentatonia Records), que anoche le llevó a Madrid y que antes de fin de año le permitirá reencontrase con su Granada. La banda proponía una música sacada de una receta perfecta, hecha con los ingredientes justos. Con el sonido exquisito de las guitarras de Lapido y Víctor Sánchez, la batería de Popi González en su punto exacto y el fino teclado de Raúl Bernal, el bajo de Paco Solana aumentaba y disminuía el ritmo de un rock de lobo solitario, de bares de carretera, de moteles norteamericanos. De sueños y de sombras. De esperanzas y supervivencia. Lugares a los que también recurre alguien con quien Lapido comparte mucho: Quique González, que participa en uno de los temas de De sombras y sueños, al igual que hacen Eva Amaral y Miguel Ríos.
Durante la hora y media larga de actuación, Lapido y su banda presentaron la inmensa mayoría de los temas del último trabajo, como En medio de ningún lado o La hora de los lamentos. Pero fue con el paso de los minutos cuando el músico se permitió desgranar todos y cada uno de sus discos en solitario; especialmente los tres últimos: De sombras y sueños, Cartografía y En otro sitio, en otro lugar. Un buen concierto en el que Lapido se fue sintiendo cómodo poco a poco: desde un inicio en el que se excusó por los posibles fallos de un concierto que sirve de inicio de gira, hasta que sonrió al verse a sí mismo regalando al público Ladridos del perro mágico, un tema de 1999 que decía no haber tocado "en mucho tiempo". Un "bravo maestro" desde el tendido pareció sentarle bien, así que más tarde llegaron los verdaderos guiños al público: La canción del espantapájaros y, para cerrar, Esta noche. Una noche en la que todos, incluido Lapido, volvieron a casa más jóvenes. Más cerca de los 30 que de los 40.
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