Arte

Mitologías locales

  • Peña-Toro exhibe en Espacio Emergente 'Suite Sinatra', donde apuesta por las vistas interiores de edificios y naturalezas muertas que aluden al hotel Pez Espada

En cuestión de meses se han sucedido dos revisiones, desde muy distintas ópticas, de la llamada Arquitectura del relax. Arquitectura que jalona la Costa del Sol y la ciudad de Málaga, originada desde la mediación del siglo pasado al albur del turismo y el consecuente desarrollismo pero que no solo está capitalizada por construcciones relacionadas con el ocio y el sol y playa.

Por un lado, desde la historiografía y lo editorial, se ha producido la afortunada reedición por parte del Observatorio de Medio Ambiente Urbano (OMAU) de El estilo del relax (1987), mítico estudio del añorado Juan Antonio Ramírez, que ideó Diego Santos con fotografías de Carlos Canal, ahora ampliado con otro volumen realizado por distintos investigadores que resulta una científica puesta al día presidida por el lúcido texto de Maite Méndez, verdadera exploración de la arquitectura moderna en Málaga.

Por otro, la revisión desde la pintura de Joaquín Peña-Toro con la Suite Sinatra, que rememora la estancia del cantante en 1964 en el Hotel Pez Espada, ilustradora del naciente brillo de aquella costa de los años cincuenta y sesenta. Ya entonces, el Pez Espada de Torremolinos emergía como escenario privilegiado, importancia que no ha dejado de crecer ya que se toma como uno de los máximos referentes del relax -así lo hizo Ramírez.

Ya sea por su prestancia o por su ecléctica y desprejuiciada síntesis de caprichoso encanto y modernidad asumida -características fundamentales de esa arquitectura-, ha sido puntualmente rescatado desde la pintura. Ahora lo hace Peña-Toro, más volcado a la memoria y la historia del lugar, pero en 1975 lo hizo Guillermo Pérez Villalta, fecha en la que realizó un verdadero catálogo pictórico de lugares emblemáticos de la costa y la capital (Pedregalejo, Paseo Marítimo o La Nogalera), escenarios que retomarían los pintores de la Nueva figuración malagueña de los ochenta.

Peña-Toro toma la historia de Sinatra en el hotel, grosso modo la que sigue: intentan hacerle una fotografía con una joven que actuaba a modo de cebo para relacionarlos como amantes. La Voz enfurece al percatarse de la trampa y los guardaespaldas entran en acción, se denuncia la agresión al fotógrafo y Sinatra y los suyos huyen del país dejando cuatro pistolas en la caja fuerte. De película. Este acontecimiento le servirá a Peña-Toro como pretexto, junto a otras pinturas anteriores y una instalación, para tratar la identidad de la Costa del Sol en relación a la arquitectura y al turismo -mucho de eso hay en el libro de Ramírez-.

Las piezas de la suite que ahora presenta, suponen un cambio de registro respecto al universo que ha ido construyendo desde hace años, consagrado a la arquitectura funcional y lo residencial anónimo, esto es, imágenes de edificios vulgares que pueblan nuestras ciudades y que transitan entre lo anodino de su existencia y lo heroico y monumental de sus portes, que consigue forzando las perspectivas; entre resultar familiares tanto como presentarse con cierto halo siniestro debido a las atmósferas metafísicas.

Dicho lo cual, no es menos cierto que estas nuevas obras parecen el producto lógico de varios factores que se estaban desarrollando en el quehacer de Peña-Toro. A saber, de una parte, una cada vez mayor propensión a la evocación y la sugerencia, a la par que una menor autorreferencialidad y asepsia de los edificios que pintaba, todo ello gracias al solapamiento de esos austeros y funcionales bloques con arabescos y pinceladas decorativas cargadas de vida. Por otra parte, el bagaje de Peña-Toro como ilustrador literario -simplemente fabuloso, ahí están sus trabajos para grandes editoriales y autores indispensables-, tarea en principio marginal por opción personal pero que en esta suite ha acabado por influir decididamente en su faceta principal y más reconocible, la de pintor.

Ante esto, no es de extrañar cómo en este giro ha desatendido la imagen del edificio en pos de una serie de vistas interiores y naturalezas muertas con distintos objetos que sutilmente citan fragmentos singulares del Pez Espada, como la caja de escaleras, suerte de faro en vidrio que preside el alzado y que se trasmuta en cañón de una de las pistolas, o el originario y grácil logotipo del establecimiento hotelero grabado sobre una de las empuñaduras.

Sin duda, el haber trabajado con el pie forzado de aquel episodio -un texto como otro cualquiera- ha posibilitado que estas obras tengan una sugerente narración subsumida. Encontramos en ellas la sintaxis propia de las ilustraciones de Peña-Toro: una síntesis icónica que aúna distintos elementos reconocibles del acontecimiento y del lugar (el suelo de amebas por ejemplo), aunque evita lo evidente y explícito; la presencia contundente de algún objeto capital en la trama (la caja fuerte); y la capacidad para suscitar atmósferas, como esa delicada vista de la suite que pudiera ocupar Sinatra.

Y desde este punto, desde el origen del turismo como fenómeno de masas en la Costa del Sol, y a través de un establecimiento pionero en un edificio emblemático y de un visitante de lujo, Peña-Toro nos interpela sobre cuestiones gruesas acerca de la identidad y consideración de nuestro territorio. En Málaga World, una instalación compuesta por una bola de discoteca hecha con fragmentos de postales con vistas tópicas de nuestros 'encantos', y que se interpone ante una proyección borrosa de esas mismas postales, el artista produce una especie de eclipse: la imagen reconocible que se vende y exporta y que ocupa la bola -nuestra identidad en función a estereotipos- nubla, o eclipsa, la imagen total -el todo-, haciendo que el fulgor se refleje fuera.

Pero, del mismo modo, no podríamos comprendernos sin esa parte de la que hemos hecho fortuna y a la que hemos fiado durante mucho tiempo nuestro modelo de crecimiento. En el fondo se trasluce la melancolía de esa costa, tal vez tan desordenada como ingenua y auténtica, y de cuyos errores no se tomaron buena nota para esta, ahora, otra costa, descabellada y más insostenible.

Llamen si quieren mitologías locales a esa arquitectura del relax y a las historias que acontecieron, pero, en cualquier caso, las mitologías nos-las-damos para explicar los fenómenos. Estas mitologías, a las que atendieron en su día Ramírez, Santos y Canal y ahora lo hace Peña-Toro, ayudan a eso, a explicarnos a nosotros mismos: lo que fuimos y lo que hemos acabado siendo.

Joaquín Peña-Toro. Suite Sinatra -y otras pinturas. Unicaja Espacio Emergente. Dr. Pérez-Bryan nº. 3, 2º planta, Málaga. Hasta el 20 de marzo.

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