La tribuna

Antonio Méndez

¿La nueva Marbella?

21 de junio 2008 - 01:00

UNA de las grandes obsesiones de Jesús Gil era convertir Estepona en una prolongación de Marbella. Por eso incluso envió al hijo que llevaba su mismo nombre a conseguir la Alcaldía del municipio. Lo que nunca podía sospechar entonces el personaje más infausto que ha residido en las últimas décadas en la Costa del Sol, era que su sueño pudiera llegar a cumplirse después de morir y cuando un socialista estaba al frente de ese Ayuntamiento.

Gil, en aquel delirio imperialista del ladrillo, concebía como Costa Marbella el territorio desde San Pedro Alcántara hasta Algeciras. Y Estepona, como otras localidades del litoral cercanas, fue perdiendo un poco su identidad, sustituida por el nuevo reclamo sonoro que muchas promotoras adoptaron al entender que era un lema comercial con más gancho para vender pisos.

Pero Estepona es un pueblo muy peculiar al que le gusta cambiar de alcalde después de cada elección municipal. Y las facilidades urbanísticas que ofreció el gilismo no le sirvieron a Jesús Gil Marín para revalidar la mayoría absoluta y prolongar su primer mandato en 1999. Costa Marbella perdió a su heredero natural. El socialista Antonio Caba tomó el relevo gracias al pacto antigil alcanzado principalmente por PP y PSOE. Pero el regidor dimitió tras una imputación judicial por blanqueo de dinero, de su época de abogado y de la que hace unos meses salía absuelto por el Tribunal Supremo. Un amigo suyo, el médico Antonio Barrientos, le sustituyó. Con el GIL en proceso de desaparición, el ensamblaje que propició aquel acuerdo entre los dos grandes partidos saltó por los aires.

El presidente del PP, Joaquín Ramírez, integró en su formación a los concejales menos contaminados por la herencia política del que también fuera presidente del Atlético de Madrid. El núcleo duro de los que no eran asimilables ni para los populares, con José Ignacio Crespo a la cabeza, acabó por fundar el PES, el Partido de Estepona. Y con él acordó gobernar el socialista Barrientos en 2003, después de sufrir dos años antes una moción de censura del PP. El insólito pacto obtuvo el beneplácito de la dirección provincial del PSOE y la bendición de la andaluza. Recuerdo hace unos cinco años, cuando se barruntaba la incomprensible coalición, una llamada telefónica a un cargo socialista con importantes responsabilidades en varios ámbitos del partido. Le transmití que Crespo no era un cualquiera del gilismo, sino el candidato a la Presidencia de la Junta que Jesús Gil propuso en 1999. Desconocía la biografía del personaje. O entonces no me dijo la verdad o esa ignorancia sólo era el anticipo del comportamiento que muchos estamentos del PSOE han mantenido hasta ahora respecto a la polémica gestión de Estepona.

Los investigadores sospechan que la trama descubierta ahora funcionaba con un patrón similar a la de Malaya en Marbella. Es decir, cobros de comisiones, cuentas paralelas, adjudicaciones irregulares y un asunto tabú para una formación política: la posibilidad de que PSOE y PES se hayan financiado irregularmente y gracias al ejercicio de la actividad pública. Los socialistas se han apresurado a acotar que en todo caso, el delito no iría más allá de Estepona. Será la Justicia la que tendrá que reunir las pruebas y demostrar si todo lo anterior es cierto. No es banal decir hoy que Barrientos, Zamorano, Crespo y compañía son inocentes, hasta que un tribunal determine tras un juicio lo contrario. Una reflexión en voz alta que debemos hacer por navegar empujados por la corriente de la actualidad. Los paseíllos de concejales o empresarios camino del juez o de la prisión son interpretados por el público como una sentencia condenatoria anticipada.

Desde luego, y para eso no hace falta una sentencia, en los casos de Marbella y Estepona sí que hay parecidos razonables en el apego que los alcaldes sentían por algunos sectores profesionales que dan apariencia de respetabilidad. A Gil le encantaba llenar su ciudad de jueces y no para recibir lecciones de los preceptos del Código Penal. Barrientos sentía deleite por los periodistas, y cuanto más influyentes mejor. Se supone que la libertad de expresión tampoco le obsesionaba. Para no falsear la historia, es cierto que a la vez supo cómo cultivar otras amistades políticas de singular relieve.

Y de nuevo el mal urbanismo como amenaza que logra torcer voluntades en democracia. Presumía Barrientos el 24 de marzo de 2007, al presentar la lista con la que concurría a las elecciones de mayo: "Si no hubiésemos pactado con los independientes, Estepona podría estar en los medios de comunicación por corruptelas".

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