Editorial

Claridad de Rajoy sobre Cataluña

POR más que se empeñen algunos vocingleros, al día de hoy no hay una soberanía catalana, como no la hay andaluza ni vasca ni gallega ni murciana. Sí la hay española. Lo dice la Ley. Está escrito en la Constitución. Y hay algo indiscutible por encima de cualquier otro razonamiento o debate: la esencia de un sistema democrático como el nuestro es el respeto a esa Norma: la Carta Magna. Con mayúscula. Cualquier variante o mínima transformación de su contenido, de su letra, compete a todos los españoles, de Cabo de Gata a Finisterre, y no a unos cuantos y de manera unilateral. Esto último es lo que pretenden Artur Mas y sus aliados. Esto último es lo que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy -y esta vez sí, con el apoyo del principal partido de la oposición, el PSOE-, no está dispuesto a consentir. Lo proclamó el sábado en Barcelona -mejor escenario imposible-. "Mientras yo sea presidente no habrá un referéndum ilegal", sentenció. Y, hoy por hoy, el que propone Mas lo es. Para que una consulta como la que reivindica y hasta exige quien manda en la Generalitat pueda celebrarse hay que reformar la Constitución, y muy a fondo. Pero este cambio transcendental es competencia de todos los españoles, no sólo de unos pocos, las páginas de la Carta Magna no pueden alterarse en Cataluña. Desde la defensa a ultranza de esa máxima, Rajoy no ha echado del todo el cerrojo a la puerta por la que pueda darse salida a una reforma constitucional, proceso que, no hay que olvidar, tendría un calendario largo y proceloso. Y aunque en ocasiones precedentes haya podido reprochársele cierta ambigüedad, la verdad es que el sábado pasado mostró determinación, autoridad y compromiso. Es cierto que se enfrentaba a un auditorio amigo que lo recibió al grito de "Viva España", pero eso no quita méritos a sus firmes posicionamientos. ¿Diálogo? El presidente del Gobierno no le da la espalda: todo el que quiera Mas, pero sin salir de los márgenes de la Constitución vigente. Rajoy se mostró especialmente expeditivo al recordar a los independentistas que "la autonomía no otorga la propiedad de un territorio". Y Cataluña no es de CiU y sus aliados. Por eso, y porque un jefe de Gobierno no puede dejar de cumplir la ley y hacer que ésta se cumpla, Rajoy esgrime la Constitución. No hay otra. Y éste es el mismo texto que consagra (y obliga a) que el Estado acuda, solidariamente, en ayuda de Cataluña y del resto de las comunidades autónomas. Lo recordó también Rajoy en su discurso: el grifo de la financiación a la Generalitat no dejará de fluir a pesar del conflicto. Tampoco lo hará, de momento, el manantial de la UE, que se quedará seco si definitivamente Cataluña se arroja a la deriva independentista. También sobre esto, sobre ese aislacionismo internacional, deberían reflexionar Mas y sus acólitos.

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