NOTAS AL MARGEN
David Fernández
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EN 1268 tuvo lugar el proceso de elección papal más largo de toda la historia de la Iglesia Católica. Duró casi tres años y fue preciso aplicar medidas extraordinarias para lograr que se llegara al acuerdo final. Se confinó a todo el conjunto de cardenales en Viterbo, se les racionó el pan y el agua e incluso se quitó el techo que les cubría para ver si así llegaba el Espíritu Santo. Cabe resaltar que, entre las reglas del escrutinio para este tipo de cónclaves, pasado un número de votaciones pueden ser modificadas las normas electorales para lograr el acuerdo.
Evidentemente la democracia española, por su temprana edad, no está tan acostumbrada a estas medidas extraordinarias, a diferencia del cristianismo y sus más de dos mil años de historia. Pero parece que ha llegado la hora de tomar decisiones y aplicar normas correctoras, ante situaciones excepcionales. Está claro que la de racionar el pan y el agua a los gobernantes o, siendo más modernos, ir reduciendo progresivamente el sueldo, podría ser complicado, aunque siempre se ha dicho que el hambre agudiza el ingenio. Para evitar situaciones de este tipo quizás sea conveniente ir restándoles la capacidad decisoria en caso de falta de consenso. Y esa medida, instaurada en diversas democracias e incluso en nuestra propia Universidad, es la doble vuelta.
A alguno pudiera parecerle extraño proponer cambios electorales, especialmente cuando nos encontramos con un gobierno en funciones pero, si se están planteando cambios como bajar la edad de votación a los 16 años, ¿porqué no modificar algo más trascendental como es limitar la capacidad negociadora de los políticos y devolver la decisión final a los ciudadanos?. Lo triste es que en un país como España, tan poco ágil con las decisiones estratégicas, si se plantea la cuestión nos liaríamos en un debate sobre si la mayoría en primera vuelta debe ser por número de diputados o por número de sufragios, y así abriríamos otro conflicto para seguir perdiendo el tiempo.
Parece por tanto que esa regla eclesiástica de modificar las normas electorales, en caso de un exceso de votaciones, pudiera tener su interés práctico ante un impasse como el actual. Como decía el filósofo y economista austriaco Ludwig Von Mises: "El rasgo característico de una sociedad libre es que puede funcionar a pesar del hecho de que sus miembros no están de acuerdo en muchos juicios de valor."
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