La puntilla

Juan A. Navarro Arias

La balanza

EN los toros la misma película cada uno la ve de una manera, en muchos casos diametralmente opuesta. Ningún acontecimiento conozco con un carácter tan subjetivo, pero es parte de su grandeza. En Málaga, tristemente, donde todos coincidimos es en la ausencia de toro. Este año se ha mejorado algo, pero de forma insuficiente. La presidencia también ha dado un salto cualitativo, no así el rigor del público y su bondad orejil. Mi balanza se desequilibra si quito a José Tomás. Años atrás tenía un abanico de grandes faenas pero éste sólo la del Mesías que llegó de Galapagar. Está en otra galaxia. Me confieso pecador de salir vacío tras la clase magistral que impartió Enrique Ponce. Las crónicas están en la historia y narran otra ilustre cátedra del de Chiva. Y ciertamente no faltó técnica, conocimiento de los terrenos, ni torería, todo sea dicho. Pero me guío por las hormiguitas de mi estómago y aquella tarde no se revolvieron. Aunque cierro los ojos y no revivo ninguna faena cumbre, sí me quedo con buenas actuaciones y detalles. En una tarde de toros cada vez disfruto más con matices como un buen puyazo, un quite a tiempo o un capotazo largo como los de Trujillo o Curro Molina, los mejores en la brega sin dudas. Cronológicamente queda en mi recuerdo: la firmeza de Perera ante un toro peligroso. Pinceladas de Cayetano en su primera tarde y su segunda faena de ayer. La decepción de Julio Aparicio. La decisión este año de Javier Conde. Dos tandas de naturales de Morante de la Puebla. Las ganas por ver otro día a Luis Bolívar, que se la jugó. La cátedra de Ponce, aunque no me llegó. La profesionalidad de Mari Paz Vega. La tristeza por Joselito Ortega. El vacío por no ver bien a Manzanares. La alegría por reencontrarme al mejor Castella y la apatía de Talavante. Pero mi recuerdo se llama José Tomás.

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