Nuria García. Directora del centro de tratamiento de adicciones monte alminara

"El móvil es la puerta a todo lo que uno quiera conseguir"

  • Asegura que hay más adicciones porque "vivimos en una sociedad cada vez más estresada"

  • Defiende que no se conocen los problemas del consumo abusivo de las nuevas tecnologías

Nuria García, momentos antes de la entrevista con este periódico.

Nuria García, momentos antes de la entrevista con este periódico. / fotografías: mayte cortés

-Las adiciones son connaturales al ser humano, se es consciente de ellas antes del siglo XX, pero ¿era previsible este incremento y multiplicidad en el XXI?

-El problema reside en los cambios de hábitos que se han producido en las personas en la actualidad. Y eso hace que aumenten las adiciones, sobre todo por el tema conductual y porque la gente no sabe afrontar los problemas como lo hacíamos antes. Esto está haciendo que ante la primera frustración, las personas acudan a la sustancia como recurso para evadirse de su propia situación real. Éstas son síntomas de un mal mayor, la adición es una enfermedad que se desarrolla con la sustancia pero la persona de base ya tiene un problema. Este puede ser psicológico, de infancia, de conducta, derivado de un maltrato físico, de baja autoestima o de cualquier otra índole, y acude a la adición para sobrellevarlo. Vivimos en una sociedad cada vez más estresada, con menos aguante a la frustración, y por tanto, cada vez hay más adiciones. Además, el progreso que hemos experimentado en estos últimos 50 años es proporcionalmente mayor que el que hubo desde el siglo XV al XIX, en mi opinión, el cerebro humano no está siendo capaz de adaptarse tan rápidamente como están avanzando los cambios a nivel tecnológico. Hace 40 años hablar con alguien de fuera del país suponía una gran inversión, hoy conectas fácilmente con cualquier persona en cualquier parte del mundo. Eso es difícil de aceptar y todavía hoy conviven varias generaciones que les causa más dificultades adaptarse que a sus hijos y nietos que lo utilizan tan bien que incluso no saben ver el mundo de otra forma. Por tanto, se está produciendo una incongruencia generacional entre personas que se han criado de una forma completamente diferente. Eso crea una distorsión en la dinámica social y familiar que muchas veces se ven reconducidas en las adicciones de cualquier tipo.

-¿Y por qué no sabemos afrontar los problemas como lo hacíamos antes?

-Nosotros en el centro tenemos a muchos jóvenes que están acostumbrados a que les den todo lo que necesitan. Si lo trasladamos a las redes sociales, diríamos que están acostumbrados al "me gusta". Es decir a todo lo bueno y a lo inmediato. Los padres les dan todas las facilidades y no sienten la frustración. Esto está generando un problema de mala conducta, y los chicos cada vez acuden más a los porros o a cualquier otra adición que lo evada.

-¿Habéis detectado que la edad de las personas adictas se ha reducido?

-Mucho, pero más que la edad hablamos del comienzo. Empiezan a consumir antes y con más frecuencia. Cada día son más jóvenes y las adiciones no son sólo a sustancias sino relacionadas con las conductas, a las nuevas tecnologías,: al móvil, a internet o a los videojuegos. Cada día hay más jóvenes con conductas filioparentales muy violentas que hacen que los padres lleguen a nosotros porque no saben qué hacer con sus chicos. Han estado acostumbrándoles a darles todo lo que quieren y se han convertido en verdaderos monstruos. Aquí no sólo tratamos el tema de las sustancias sino también el conductual. Es una cuestión de enriquecimiento personal, de trabajar con la familia y con ellos.

-¿Qué grado de responsabilidad tienen también otros agentes como pueden ser las administraciones?

-La responsabilidad es de todos. Hay muy poca prevención y falta concienciación. Los centros educativos cada vez nos piden más colaboración para impartir charlas. Todos los años organizamos jornadas de prevención junto al Instituto Andaluz de la Juventud para concienciarlos frente a las adiciones. Este año, lo hemos dedicado a las nuevas tecnologías. Los padres están trabajando todo el día y los niños mientras entretenidos con los videojuegos y cada vez estudiando menos. Cuando se lo quitan, se vuelven ariscos y violentos. En nuestra generación no había tantos recursos, y aunque también hay mayores adictos a las nuevas tecnologías, somos capaces de integrarlo en nuestra vida. Sin embargo, si les das un móvil a un niño con nueve años o incluso antes para que se distraigan, se sumergen en una vida tecnológica y sin relaciones sociales. La vida está cambiando de una forma muy diferente a la que teníamos antes.

-¿Cuál es la edad recomendable para que niño tenga un móvil?

-Los expertos la sitúan en 14 años porque el cerebro del niño ya está más desarrollado y tiene más capacidad de discernir que es el bien y el mal. El problema, no es el móvil en sí. Cuando salieron sólo servían para llamar o como mucho para escribir algún mensaje. Ahora es la puerta a todo lo que uno quiera conseguir estando sentado a un metro de tus padres: desde jugar a ver pornografía o quedando con alguien para que te pase alguna droga en la puerta de casa.

-Y hay incluso adiciones que podrían ser vistas como saludables como puede ser el sexo o el gimnasio.

-Sí, claro. Es lo que llamamos adiciones conductuales. Adicción al sexo, al juego, a las nuevas tecnologías. La anorexia o la vigorexia que también tratamos. Hay que ver siempre que problema existe de fondo.

-¿Hay personas más propensas a caer en ellas?

-Por supuesto, genéticamente está demostrado. Tú puedes tener un consumo esporádico o social de alcohol o cannabis y no desarrollar la enfermedad pero hay otros que genéticamente están predispuestos a sufrir la enfermedad. Hay quien con dos consumos le puede dar un brote psicótico y estar ingresados en la unidad de salud mental de un hospital. Hemos tenido casos que con un solo consumo han tenido paranoias y han desarrollado esa adicción. Nunca más podrán consumir y habrá que reeducarlos para ello. Un porro es muy perjudicial en determinadas personas y determinados cerebros.

-¿Se debe hablar de ellas como enfermedad?

-Sí, por supuesto. Cuando tú tienes un cáncer, y estás limpia, tienes que continuar siempre haciéndote revisiones. Sin embargo, el concepto de cáncer como enfermedad sí existe pero el de acción, no, y lo es. Eso es lo que hay que inculcar a las personas. Tú puedes consumir y no pasarte nada, y yo puedo tener un serio problema. ¿Por qué hay gente que no es alcohólica y bebe? No afecta a todo el mundo, aunque evidentemente, todas se desarrollan por consumo. De hecho, las últimas campaña que está haciendo la Federación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) va dirigida a las personas no a las sustancia o al consumo como se hacía antes. Después de 20 años, nos hemos dado cuenta que hay que trabajar con las personas.

-En su opinión, ¿son efectivas las campañas de prevención contra el alcohol o las drogas?

-Sí lo son. Yo creo que llegan a la gente aunque evidentemente no tanto como quisiéramos. Debería haber una concienciación aún mayor. La prevención es lo más importante, y una vez desarrollada la enfermedad, el tratamiento y la curación.

-¿Y es necesario mayor control por parte de las administraciones? Hace poco más un mes murió una menor por un coma etílico teniendo fácilmente acceso a su compra.

-¿Qué hace una niña de 12 años en la calle bebiendo alcohol a las doce y media de la noche? ¿Quién tiene la culpa, la niña o los padres? Y con respecto a las administraciones, la cuestión está en quién pone las puertas al campo. Las administraciones no pueden hacer cargo de la gran incidencia de menores de edad que están en la calle consumiendo determinadas sustancias o delinquiendo de otra forma. La administración es incapaz y lo será siempre, de poner un cerrojo a este problema. De hecho, faltan efectivos de Policía Local que puedan intervenir en ese momento; las puertas de Urgencias, los viernes y los sábados por la noche se llenan de menores de edad con comas etílicos, de sobre dosis de otras sustancias o de peleas por problemas conductuales derivados de consumos. Evidentemente se podrían hacer más campañas de concienciación o invertir más fondos públicos en psicoeducación pero al final es imposible que la administración se haga cargo de esto. Debe partir desde casa.

-Hablando de prevención, ¿haría falta ya empezar alguna sobre el uso del móvil o a las nuevas tecnologías?

-Sí, la conducta adictiva a las nuevas tecnologías tanto de menores como de adultos debe incluirse en esas campañas al igual que el consumo de alcohol o de otras sustancias. El problema es que los efectos a corto plazo del uso de las nuevas tecnologías no son tan espectaculares como pueden serlo el consumo abusivo de alcohol una noche de fiesta, pero el problema es que a día de hoy, no conocemos los problemas a medio y largo plazo el consumo abusivo de esta tecnología.

-Y en los que se refiere a las drogas, ¿habéis notado algún despunte de alguna en estos últimos años?

-Ha habido una intensificación de sustancias que al final del siglo XX habían disminuido. Y son principalmente las derivadas del opio. La heroína fue muy perjudicial en los 60 y 70 en Estados Unidos y Europa. Con la crisis, se ha producido un repunte al ser más baratas. Y otro motivo es que los jóvenes no tienen memoria histórica. Y me refiero sobre esa generación perdida de jóvenes que tuvimos en los años 80 y que la heroína se llevó por delante. No obstante, la mayoría de los pacientes que tratamos no suelen consumir una única sustancia. Las más comunes son alcohol, cannabis y cocaína.

-¿Todas las adicciones tienen el mismo origen?

-Desde el punto de vista médico sí hay una conducta adictiva genética. Sí, existe un origen biológico. ¿Por qué dos niños de la misma edad comienzan con un consumo experimental de unos porros, uno puede acabar consumiendo de forma puntual y otro con uno perjudicial? Sí, existe esa predisposición biológica que hace a una persona más vulnerable.

-¿Y tiene que ver el lugar de residencia?

-Es difícil etiquetar la variable sociodemográfica pero sí es cierto que hay zonas más sensibles. España es la puerta de entrada a Europa del 90 por ciento de la droga tanto desde Sudamérica hacia Galicia como la que viene al litoral andaluz desde el norte de África. Es el camino transaccional para que se reparta pero gran parte se queda y se consume aquí. Así que la situación demográfica sí influye.

-¿Cómo deben afrontarlo las familias de las personas adictas?

-Todas las adiciones acaban produciendo tarde o temprano las mismas limitaciones. Lo que pasa que algunas al inicio marcan mucho la diferencia de conducta del paciente adicto. Lo que está claro es que la familia es un apoyo importantísimo. El problema es el mismo que con las demencias, que cuando se diagnostica, ya ha habido un periodo previo de cinco o seis años de conductas adictivas en que los familiares no han sido conscientes del problema hasta que las dificultades rebosan y caen por su propio peso. Normalmente cuando recibimos al paciente el problema viene de años y la conducta adictiva se ha establecido en su vida de una forma que sacarla de ella es muy complicado.

-¿Es más fácil sacarla de un chico joven que de una persona mayor?

-Depende, no se puede generalizar. Nunca hay dos pacientes iguales, entiendo que no los hay en medicina en ninguna patología pero con las adiciones es que es especialmente llamativo. Siendo la misma edad, teniendo el mismo sexo, rango social y misma sustancia consumida, y ser totalmente diferente. No existe un perfil. La variabilidad sociodemográfica es muy grande, pero sí es cierto, que hay gente más joven.

-¿Y es más fácil su recuperación cuando llegan de forma voluntaria que obligados?

-Nosotros no hacemos ingresos involuntarios porque no es nuestra forma de trabajar. Más que obligados podemos hablar de pacientes que vienen impulsados por la familia y luego voluntariamente aceptan quedarse. También hay quienes llegan por orden judicial porque el juez le impone un tratamiento de desintoxicación.

-¿Qué recomiendan cuando una persona toca fondo?

-Dependiendo de la situación clínica que tenga el paciente y del grado de conciencia de enfermedad que tenga. Eso es lo primero que hay que trabajar. Hay gente que no es consciente y no se puede ir en contra de su voluntad. Lo que tienen que hacer tanto ellos como sus familiares es pedir ayuda y acudir a gente experta. Como decía, la gente no tiene consciencia de que es una enfermedad. También hay que tener en cuenta que el consumo te merma el estado cognitivo y la capacidad de reconocer el problema que estás adquiriendo. Muchas familias se dan cuenta cuando la situación económica, social o judicial acaba de poner al paciente a las puertas de un centro como el nuestro. Las primeras llamadas de auxilio no suelen ser por cómo están sino por la situación que están generando y porque no pueden resolverlas solos.

-¿Qué es lo más difícil para un paciente?

-Romper con todo lo que tiene fuera. Estar en un centro con unas indicaciones y las limitaciones que conlleva y la imposibilidad de consumir. También estar con personas que no conoce y con las que tiene que empezar a convivir. Y sobre esto, empezar a darse cuenta del problema, de ser consciente de lo que ha perdido por el camino y de lo que seguirá perdiendo.

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