Málaga

El temor a un 'tsunami'

  • La frecuente actividad sísmica del mar de Alborán multiplica los riesgos de que se origine una gran onda producida por el deslizamiento de los sedimentos submarinos

El mundo entero fue testigo casi en directo de cómo una devastadora masa de agua de más de diez metros de altura arrasó todo lo que encontró a su paso en la costa este de Japón el pasado viernes y para la mayoría fue inevitable pensar en que ocurriría si una ola de esas características llegara a las costas malagueñas. La respuesta de los expertos coincide en que las posibilidades de que se produzca un tsunami de tal envergadura en esta zona es remota. Pero eso no significa que la provincia esté exenta de riesgos y, aunque de menor importancia, hay una larga lista de fenómenos que así lo atestiguan a lo largo de la historia más reciente. Las ondas que se han generado en los casos más graves rara vez han superado el metro de altura y han tardado una media de entre 20 y 30 minutos en penetrar tierra adentro desde su origen, lo que permitiría con los medios actuales avisar a la población asentada en la zona más cercana a la costa.

La proximidad a la confluencia de las placas tectónicas situadas entre el continente africano y la Península ibérica, más conocida como eurasiática, convierten a Málaga en una de las zonas de mayor actividad sísmica de toda España, junto a Granada y Almería, y donde se han producido algunos de los terremotos más destructores. Tanto es así que los sismógrafos registran cada día al menos un seísmo en esta zona, incluso dos o tres en muchas ocasiones, aunque la mayoría son de baja magnitud y casi siempre entre 1,5 y 3 de máxima intensidad frente al terremoto ocurrido en Japón la semana pasada que fue de casi 9.

Pero lo que convierte a la zona de influencia del mar de Alborán en el centro de la diana de un posible tsunami no es tanto los continuos movimientos sísmicos que se producen sino la desestabilización que puede conllevar en los grandes depósitos de sedimentos que forman los montes submarinos que se localizan en toda el área entre la costa mediterránea del sur de España y la del norte de África.

Las numerosas campañas de investigación lideradas por el Centro Oceanográfico de Málaga en la zona han constatado que el punto de mayor riesgo se sitúa en la dorsal del mar de Alborán, una inmensa cordillera submarina que llega hasta Almería y que acumula gran cantidad de sedimento cuyo equilibrio podría romperse de registrarse un movimiento sísmico. De hecho, según explicó el investigador de este organismo , Víctor Díaz de los Ríos, las mayores posibilidades de encontrar fuentes tsunamigénicas (generadoras de tsunamis) en el mar de alborán que pudieran impactar en la Costa del Sol "habría que buscarlas en los megadeslizamientos disparados por los propios sismos, incluso podríamos pensar que ambos mecanismos combinados son fuente de riesgos potenciales en la zona aunque de baja intensidad pues las alturas de las olas no alcanzarían jamás las observadas en lugares geológicamente muy activos como Japón o Sumatra".

La razón no es sólo que la actividad sísmica de estos países del Pacífico es mucho mayor sino que además la profundidad del mar de Alborán nada tiene que ver. Según el experto, la masa de agua que se originaría en el caso de un tsunami "no se concentraría de forma tan virulenta aquí por la amplitud de la placa continental".

La profundidad del mar de Alborán tiene un máximo de 1.800 metros y una media de 1.200 metros. En el caso del Pacífico la profundidad supera los 10.000 metros y eso hace que la velocidad a la que se puede desplazar la masa de agua se dispare. Por ejemplo, una onda que se origine a 4.000 metros de profundidad puede llegar a moverse a una velocidad media de 720 kilómetros por hora al igual que un avión. Sin embargo, a medida que se aproxima a la costa va aminorando la velocidad y es cuando gana en altura al acumularse una gran masa de agua.

De producirse un tsunami que llegue al litoral malagueño, todo el entorno de la desembocadura del río Guadalhorce, el litoral este y todas las infraestructuras portuarias serían las más expuestas a sus efectos. Y, aunque a priori, pueda pensarse que Málaga capital por estar resguardada por la bahía se libraría de la devastación de la masa de agua sería probablemente la que correría uno de los mayores riesgos como consecuencia de los llamados efectos resonantes por la confluencia de las ondas cuando reboten y que puede hacer que la ola sea aún mayor que en una zona de llanura litoral.

Con todo lo que ha avanzado la tecnología moderna, nadie puede predecir aún cuándo se va a producir un fenómeno como éste. Pero sí anticiparse a sus efectos y todo mediante una simulación numérica basada en ecuaciones matemáticas que un grupo de investigadores de la Universidad de Málaga ha desarrollado y hasta la prestigiosa Administración Nacional Oceanográfica y Atmosférica (NOAA) encargada de estudiar estos fenómenos en EEUU se ha interesado por este novedoso modelo.

Su particularidad radica, según los miembros del grupo de Ecuaciones diferenciales, análisis numérico y aplicaciones (Edayna) de la UMA, es que "puede calcula la onda que se originaría tras el deslizamiento de sedimentos, hacer una evaluación con antelación de hasta dónde penetraría tierra adentro y en cuánto tiempo".

Otra de las ventajas de este modelo es que permite realizar simulaciones de lo que ocurriría en distintas hipótesis y así poder determinar medidas preventivas antes de que ocurra. La mayor incertidumbre del sistema, según Manuel Castro, uno de los investigadores, es establecer la situación inicial causante del tsunami. Lo que ocurriría después podría reproducirse antes incluso de que se produzca. Pero por fortuna de momento sólo es una simulación.

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