Cultura

Intelhorce, la huella decrépita

  • El fotógrafo Nani Hernández plasma en una treintena de piezas expuestas en la Sala Italcable los espacios abandonados de la antigua industria textil, algunos ya demolidos

Panorámica de la nave principal de Industrias textiles del Guadalhorce.

Panorámica de la nave principal de Industrias textiles del Guadalhorce. / Nani Hernández

Más de 3.200 trabajadores y 25.000 husos en movimiento. Diez millones de kilos de hilo y 80 millones de metros de tejido poblaban sus salas a mediados de los años 70. Industrias Textiles del Guadalhorce, Intelhorce, fue una factoría tan productiva que llegó a facturar 9.500 millones de pesetas en 1984. Sin embargo, tras una segunda privatización, la empresa se arruinó en 1992. Supo pervivir hasta 2004. Una década después quedaba tan sólo la huella decrépita de lo que fue. Pero esa alma humana que parecía cautiva en cada rincón, atrapada entre la sombra y el haz de luz, es la que fascinó al fotógrafo Nani Hernández. Miles de imágenes realizadas en una decena de visitas, "a todas horas del día y de la noche", según relata el artista, conforman un proyecto realizado en 2013 del que ahora se puede ver una selección en la antigua Sala Italcable, espacio de la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA).

Hasta el 26 de septiembre se muestra la treintena de fotografías que conforman la exposición Nuestro pasado industrial, que también incluye dos piezas de Río Tinto. Inmerso en la corriente fotográfica llamada urbex, Nani Hernández se siente atraído por "los lugares abandonados, por la arqueología industrial, principalmente", comenta. Y en Intelhorce, ahora propiedad de Mayoral, encontró un escenario privilegiado. Sillones del antiguo salón de actos arremolinados en el suelo, abatidos y despiezados, miles de documentos olvidados, cajas y muebles arrumbados, expuestos a una muerte lenta y corrosiva, lugares de desolada decadencia en los que supo encontrar la belleza de sus claroscuros, del jardín desbocado y transfigurado en selva, de la pared quemada y los muros escritos con grafiti.

La luz y el alma humana que conservan estos lugares desiertos fascinan al artista

"Su visión es de dentro a fuera, primero el sentimiento, después del disparo", explica la directora del Centro de Arte Contemporáneo de Vélez-Málaga en el catálogo. Mariluz Reguero indica que en la obra de Nani Hernández "no vamos a encontrar el paisaje natural en su pureza, agreste y perdido", si no una mirada puesta en "la obra humana, el paso del hombre por la tierra, su rastro, su aportación positiva o negativa, según la miremos". Y las piezas que el fotógrafo exhibe en la Sala de la UNIA más que provocar nostalgia resaltan la estética del lugar, el arte de un encuadre escogido, de la luz perfecta. Y con ellas "reivindica al ser humano que vivió, que trabajó, que luchó allí, a pesar de todo".

Nani Hernández explica que muchas de las estancias retratadas ya han sido demolidas. "Esto era como una ciudad, inmenso, para ir de un lado a otro tenías que coger el coche", dice y asegura que ha estado "muy abandonado, parece que sin vigilar durante mucho tiempo y todo lo valioso se lo habían quitado, el cobre, el hierro, el cristal...". De todo lo que fue ha quedado la nave principal, un espacio gigantesco con un sistema constructivo retratado en una panorámica compuesta por cuatro fotografías que dan una idea de sus dimensiones.

Este proyecto se expuso por primera vez el año pasado en el CAC de Vélez Málaga. Fue dentro de una muestra sobre arqueología industrial andaluza para la que Hernández colgó 60 instantáneas en las que se incluían también el Ingenio de Nerja, la antigua cárcel provincial, el Tarahal o la fábrica del corcho, Río Tinto y el pueblo minero jiennense El Tesorero. "Me interesa mucho cómo ha cambiado el sistema productivo, cómo todo aquello ya no vale y cómo se sigue intentando mantener ese patrimonio, aunque sea desde lo cutre", afirma Hernández. "El alma, la luz, el ambiente, lo que entrañan estas infraestructuras ahora ya muertas, lugares desolados que hasta te dan miedo por su grandiosidad y su silencio, todo esto es muy interesante", agrega el fotógrafo.

Especializado en la reproducción de obras de arte para catálogos, cuando deja al margen su faceta profesional lo que más le apasiona es el retrato de lo urbano. Y a ello se debe cuando quiere confeccionar un discurso artístico en el que la imagen trasciende a su propio relato para convertirse en una obra de arte con entidad propia. Más allá del pasado que sugieren, del retazo de historia malagueña que cuentan, del retrato de un lugar que puede ser recreado en la imaginación cargado en su bullicio diario, las instantáneas de Nani Hernández son escenas casi pictóricas, con cierto sabor a cómic. Piezas que acumulan su experiencia, productos de esa mezcla que aúna técnica, profundos conocimientos del medio y, sobre todo, talento para saber mirar detrás del objetivo de su Canon. Esa pequeña lente por la que no se cansa de observar la vida.

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