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"La asunción de riesgos es importante para que la ópera tenga vida, para sacudirla"

  • Después de protagonizar con éxito 'Peter Grimes' en el Palau de les Arts de Valencia, el cantante estadounidense ofrecerá un recital lírico este sábado en el Teatro Cervantes

Gregory Kunde

Gregory Kunde / Chris Gloag

Atiende al teléfono Gregory Kunde (Kankakee, Illinois, EEUU, 1954) a Málaga Hoy en plena transición entre Valencia y Madrid. Entre ensayos y actuaciones su agenda está más que apretada, pero nuestro hombre logra hacer un hueco y hace gala de su carácter afable y su buen humor con vistas al recital lírico que compartirá el próximo sábado 17 a las 20:00 en el Teatro Cervantes de Málaga, con José Ramón Martín al piano. Lo hará después de un sonoro triunfo al frente del Peter Grimes de Britten el Palau de les Arts y antes de la Aida que le llevará al Teatro Real en marzo. Con una carrera cimentada sobre todo en Europa (y con especial presencia en España) en la que ha conquistado los principales teatros, y sin atajos ni trucos de chistera, Kunde es por derecho uno de los tenores fundamentales del presente.

-Hablando de recitales líricos, ¿no echa de menos cuando canta en ellos una gran producción de ópera como Dios manda?

-Sí, bueno, ganas unas cosas y pierdes otras. Lo que más me gusta en este tipo de recitales es la intimidad que logras establecer con el público, hay una conexión muy especial que disfruto mucho. Lo que no llevo tan bien es ser el centro exclusivo de la atención del público del público todo el tiempo. En una ópera la atención está más repartida, y a lo mejor hasta tienes tiempo de tomar un café entre una aparición y la siguiente. Cuando cantas un recital con una orquesta hay también momentos en los que puedes descansar, aunque permanezcas todo el rato en escena. Pero en un recital con piano no hay cuartel. A veces se hace difícil, pero en general lo paso muy bien.

-El repertorio anunciado hasta ahora hace gala a su condición de tenor adscrito al verismo.

-En realidad va a haber un poco de todo. Habrá una primera parte con cosas más serias y una segunda con música menos seria.

-¿De qué hablamos cuando hablamos de música seria y de música menos seria?

-Mejor acudimos a los nombres propios. En la primera parte habrá piezas de compositores franceses, algún aria de la Carmen de Bizet, pero también de Bellini y del Pagliacci de Leoncavallo. Y en la segunda haremos algunas canciones de Benjamin Britten, y algo de La forza del destino. Y en los bises cantaré a compositores norteamericanos como George Gershwin y Cole Porter. Así está estructurado el recital, más o menos.

-En su agenda de este año únicamente encontramos óperas y recitales en Europa. ¿Se siente más un tenor de este lado del charco?

-Sí, se trata de una tónica habitual desde hace ya bastantes años. Es en Europa donde desarrollo la mayor parte de mi trabajo. Justo ahora hemos terminado con Peter Grimes en Valencia, en marzo estaré con Aida en el Teatro Real y en mayo con La fuerza del destino en Dresde. No me quejo, desde luego.

-¿Y qué opinión le merece el público español?

-Parece que se incurre en un tópico cuando se dice que el público español es muy especial, pero es que es verdad. Es un público muy cultivado, muy receptivo. Cuando acude a una representación de ópera tiene perfectamente claro a lo que va, sabe lo que puede esperar, pero valora positivamente que le sorprendan. Con el tiempo, termina convirtiéndose en una familia. Al menos en mi caso, después de tantos años cantando en España, cada vez que lo hago ahora tengo la impresión de hacerlo en mi casa, con los míos. Por eso disfruto especialmente en sitios como el Teatro Real. Y tengo muchas ganas de volver al Teatro Cervantes, que conste. Estuve con Ainhoa Arteta en un Fausto, debió ser por 2004, y fue una experiencia maravillosa en un teatro precioso. Además, allí tenéis a Carlos Álvarez.

-Iba a ser mi siguiente pregunta, inevitablemente. En Málaga se le quiere mucho a Carlos Álvarez.

-Pues todo lo que le quieran es poco. Y desde luego se merece todo lo bueno que le pase. Sin duda alguna, Carlos es uno de los mejores cantantes líricos de su generación. Para mí, es el Yago número uno. No hay otro cantante que sea capaz de bordar así el personaje. Es magnífico. Hemos cantado juntos sólo una vez, en una producción de I Puritani en Viena. Debe hacer ya como veinte años de aquello. Me gustaría mucho volver a coincidir con él, sería un placer.

-En alguna entrevista reciente he leído declaraciones suyas sobre el hecho de que, a pesar de su veteranía, se encuentra de alguna forma como empezando de nuevo en el mundo de la lírica. ¿Cuesta mucho demostrar en un contexto como el de la ópera que se puede seguir creciendo como artista después de haber andando un largo trecho, que aún le quedan goles que marcar?

-Hace siete u ocho años tomé una decisión bastante difícil y cambié del bel canto al verismo. Afrontar un repertorio distinto después de un tiempo, como dices, es muy complicado, no sólo a nivel técnico, también por las expectativas que otros pueden poner en ti. Curiosamente, tanto la prensa como la crítica especializada acogieron muy bien mi decisión y sentí, digamos, que mi decisión quedaba justificada. Pero con los directores artísticos no fue tan fácil, básicamente porque si no te han escuchado antes es complicado que te llamen para hacer tal o cual papel. Entonces, sí, cuando cambié mi repertorio sentía que estaba empezando de nuevo, lo que desde luego no era habitual en un tenor de mi edad. Afortunadamente, y aunque costó mucho, todo fue asentándose en su cauce natural.

-¿Sigue convencido de que aquella decisión fue la correcta?

-Absolutamente. Mi determinación en cambiar de repertorio me ha hecho muy feliz. Es verdad que no fue una decisión fácil de tomar, pero mi mentor, Alfredo Kraus, me había dado un consejo fundamental. Me dijo que me tomara mi tiempo. Tan sencillo como eso. Que no tuviera prisa, que optase por la paciencia. Y que entonces, la decisión que tomara sería sin duda la correcta. Desde luego, tenía toda la razón. Cuando me dijo esto yo aún ni siquiera podía imaginarme que llegaría a cambiar mi repertorio, pero me sentía triste y preocupado al darme cuenta de que todo estaba yendo demasiado deprisa, al verme empujado a asumir cosas fundamentales sin pararme a madurarlas. Ahora sé que un tenor joven debe tener paciencia y, es más, que puede tenerla. Que puede pararse a pensar lo que quiere hacer. Y eso me alegra.

-¿Qué le parecen las polémicas en torno a la recepción por parte de cierto sector del público de algunas óperas cuya puesta en escena interpretan como demasiado atrevidas? En el Teatro Real saben un rato de esto.

-Intento no hacer una valoración política. Cada uno tiene su opinión. Pero precisamente en el Teatro Real se han asumido riesgos que han salido bien. Mira el caso de Dead Man Walking, una ópera en inglés de un compositor americano. Había ahí un riesgo grande, y ha salido genial. A ver, siempre vas a tener la ocasión de ver el montaje clásico de Aida de Zeffirelli, que es maravilloso; y es verdad que a veces vas a ver a Aida y, aunque la escuchas, lo que ves en escena es otra cosa. Pero es importante que se asuman riesgos para que la ópera tenga vida, para sacudirla. Más aún en un teatro nacional.

-¿Echa de menos hacer algo que no haya hecho? ¿Wagner?

-No, no echo de menos a Wagner. He cumplido un sueño ahora con Peter Grimes. Con eso me quedo.

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