Bocazas

Todo el edificio de nuestra sociedad está construido sobre la irresponsabilidad. Marta Rovira es la prueba

El trágico guiñol de la independencia catalana tiene muchos responsables, pero Marta Rovira es uno de los más señalados. En los días fatídicos de octubre pasado, cuando Puigdemont tenía tomada la decisión de renunciar a la independencia, Marta Rovira tuvo un papel decisivo, con sus lloriqueos y sus pataletas, en hacer cambiar de opinión al president. Si Marta Rovira se hubiera callado el 26 de octubre, ahora no habría ni detenidos ni exiliados en Cataluña, ni supresión de la autonomía, ni empresas huidas, ni una comunidad dividida por el odio. Y ella misma, si hubiera actuado hace cinco meses con un mínimo de racionalidad, no habría tenido que huir como hizo ayer.

"No nos rendiremos, lucharemos hasta el final", dijo Marta Rovira cuando algunos de sus compañeros independentistas fueron encarcelados. Ayer mismo, cuando tenía que presentarse ante el juez, Rovira decidió luchar hasta el final poniendo pies en polvorosa. Hace cinco meses, cuando tuvo que optar entre la racionalidad y la verborrea, Marta Rovira eligió la verborrea. Y cuando tuvo que elegir entre el engaño y la verdad, eligió el engaño. Pero ahora, cuando le ha llegado la hora de asumir las consecuencias de sus actos, elige de nuevo la verborrea y el engaño y se larga por piernas. Engañándose a sí misma y engañando a los dos millones de personas que votaron en su día las ideas que ella decía defender.

¿Cómo es posible tanta irresponsabilidad y tanto infantilismo? Pues por la sencilla razón de que todo el edificio de nuestra sociedad está construido sobre la irresponsabilidad y el infantilismo. Marta Rovira sabía muy bien lo que hacía -porque no creo que padezca un retraso-, pero a la hora de afrontar los hechos que había provocado huyó despavorida. No es un caso aislado entre la gente que ocupa el poder. Lo hemos visto en Mark Zuckerberg, al que le temblaron las piernas cuando tuvo que reconocer la bochornosa venta de datos de Facebook. Y lo hemos visto en los financieros que salieron por piernas -pero sin olvidarse de sus contratos blindados- cuando dejaron arruinadas las cajas de ahorros. Ninguno tuvo la valentía de afrontar los hechos. Ninguno supo comportarse como el adulto que nos habían hecho creer que eran. Y ahora, Marta Rovira se une al selecto club de los políticos infantiloides que tenemos que padecer en estos tristes tiempos.

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