Churchil el 2 de mayo

El dos de mayo era la fiesta de la Comunidad de Madrid. Después de oír a Ayuso, es la fiesta patria por excelencia

03 de mayo 2022 - 01:37

Contemplar al entonces diputado preparando sus intervenciones en el parlamento en Amenaza de tormenta resulta tan emocionante como desesperanzador. Verlo buscar la palabra más adecuada, apuntar el gesto que deberá acompañar el enunciado de la frase, meditar sobre la mirada que lanzará a su adversario durante una pausa en su discurso, son las señales inequívocas de una intervención largamente pensada. También es cierto que, años después, el primer ministro fue premiado con el Nobel de Literatura y que no podemos exigir a la clase política ese nivel de erudición. Basta con que hagan adecuadamente su trabajo empezando por elegir bien a los redactores de los discursos que leen sin gran reparo.

Hasta ayer, el dos de mayo era la fiesta de la Comunidad de Madrid. Después de escuchar el discurso de la señora Ayuso, es la fiesta patria por excelencia. El día en que España se levantó contra los Bonapartes sin importarle que antes nos hubieran cambiado a los Austrias por los Borbones y posteriormente a estos por la casa de Saboya durante dos años. Y no solo eso. Es la continuación de una España que, según acaba de explicarnos, tiene dos milenios de historia y que se perdió durante los ocho siglos de presencia musulmana. Una España que empieza con la romanización -y defenestración de Viriato, que no siendo madrileño no parece español- y para la que Roma debió ser entonces una provincia más de esa España unificada por los Reyes Católicos mil años después. Un país que dio lugar a la "monarquía universal", que es universal (pausa en el discurso) "porque es católica". A diferencia de la británica, que es protestante y, por tanto, de provincias.

Ignoro si le escriben los discursos a la señora Ayuso o se los prepara ella con una botella de whisky como hacía el político británico. Realmente no se qué es peor. Me cuesta pensar que pueda ser tan zoqueta. Pero tampoco entiendo que no se lea antes lo que le preparan ni que no se le descomponga el gesto a medida que descubre lo que le han escrito. Es más, su pausa previa a la explicación del fundamento de la universalidad de la monarquía en su catolicismo parece indicar un feliz sobrevenimiento. En cualquier caso, las comparaciones siempre son odiosas y ponerla frente al espejo de un Winston Churchill enfrentado a Hitler, desmoralizador. Por mucho que se empeñe, no la veo vestida de manola frente a los franceses ni a un Putin desbocado.

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