Administración

Otra granja, otra mesa

  • El autor explica que el campo necesita una nueva visión para afrontar sus retos

Trabajos en el Parlamento Europeo.

Trabajos en el Parlamento Europeo.

Cuando las circunstancias cambian, yo cambio de opinión. ¿Usted que hace?”. La frase de Keynes es una de las más repetidas cuando se habla de modificar una postura. Es lógico: resume en pocas palabras toda una manera de enfocar los problemas. Y un problema ante el que hay que situarse con esta mentalidad es el de los nuevos retos de la agricultura española y europea tras la pandemia y, sobre todo, tras la invasión de Ucrania.

El precio de los cereales se ha disparado. Rusia, primer exportador mundial de trigo, y Ucrania, cuarto, suman casi un tercio de las exportaciones mundiales de trigo y cerca del 50% de las de girasol. Con las incertidumbres causadas por la guerra de Ucrania, que se han añadido a lo que ya pasaba con los precios de los productos básicos, la tonelada de trigo ronda hoy los 400 euros: el doble que hace cuatro meses. Un par de datos de países cercanos.

Egipto, el primer importador de trigo del mundo, compra el 85% a Rusia y Ucrania. Túnez importa la mitad de su trigo de Ucrania. Con el Ramadán desde el 1 de abril, cuando el consumo de pan se multiplica exponencialmente en estos países y similares, es fácil imaginar lo que puede ocurrir. En dialecto egipcio, pan, eich, es la misma palabra que se utiliza para decir vida. No nos hemos olvidado de las primaveras árabes y de los diversos estallidos sociales provocados por el aumento de los precios del pan.

¿Puede el campo europeo salir al encuentro de esta crisis de un suministro vital para cientos de millones de personas? No, no puede hacerlo. Nuestra agricultura y nuestra ganadería se han debilitado por su excesiva dependencia de las importaciones de energía, forraje y fertilizantes y por la escasa diversificación de las cadenas de suministros. Y la Política Agraria Común (PAC) se ha reformado en varias ocasiones para reducir su presupuesto. Para irnos solo a la última reforma, la del periodo 2020-2026, las ayudas se han reducido en casi 39.000 millones de euros, un 10%, entre pagos directos y medidas de mercado y desarrollo rural.

La producción, y en último término la independencia agraria, se han visto sacrificadas por exigencias basadas en actitudes ecologistas más o menos –o en absoluto— justificadas. Ha habido señales de alarma censuradas, como el estudio del think tank Joint Research Center de la Comisión Europea que advertía de que los objetivos de la estrategia “De la Granja a la Mesa” se traducirían en una reducción de la capacidad productiva de la UE de entre el 10 y el 20%, un aumento de precios y un impacto negativo en la balanza comercial.

Como Ucrania nos ha hecho ver las orejas al lobo, ya hay una reacción de alarma. A instancias del Parlamento Europeo, que pidió un plan urgente para garantizar la producción alimentaria y paliar las alteraciones causadas por la invasión, la Comisión presentó el 23 de marzo un informe sobre protección de la seguridad alimentaria y refuerzo de los actuales sistemas para adoptar medidas en tres ámbitos: acciones inmediatas relacionadas con la crisis alimentaria en Ucrania y en el mundo; medidas para respaldar a los agricultores y tratar de controlar la escalada de precios que sufren los ciudadanos, y herramientas para que el sistema alimentario europeo sea sostenible y resistente en el futuro.

Muy preocupados

Hay decisiones para ayudar al almacenamiento privado de la carne de cerdo, para flexibilizar los requisitos de importación de piensos y para adelantar los pagos directos de la PAC. También se ha aprobado la posibilidad de que los agricultores utilicen las tierras en barbecho para producir algunas leguminosas con exenciones de ciertas normas ecológicas y el despliegue de la reserva de crisis agraria de 500 euros para los sectores más afectados y la flexibilización de las normas para ayudas estatales.

Estamos muy preocupados, y con razón, de nuestra dependencia energética de gas y petróleo de Rusia; debatimos cómo disminuirla, a corto y medio plazo. Pues bien, mucho más nos debería preocupar lo que pasa con la agricultura. Ya lo advirtió, a contracorriente y de forma visionaria, Earl Butz, secretario de Agricultura de Richard Nixon, dos años después de la crisis petrolera de 1973: “A largo plazo, el poder agrario será más importante que el poder del petróleo”.

Ya estamos ahí. Y las circunstancias han cambiado, como decía Keynes. Por eso necesitamos modificar algunas opiniones, algunos enfoques, algunas decisiones. Y hacerlo sin esquemas rígidos superados por esas circunstancias. Tenemos que entender qué significan para nuestra agricultura las debilidades puestas al descubierto por la invasión de Ucrania, qué repercusiones europeas y globales tienen, cómo superarlas. Tenemos que producir más. Hay que valorar de nuevo la estrategia agraria y el impacto de las propuestas legislativas del Pacto Verde europeo, y revertir los recortes presupuestarios de la PAC.

¿De la granja a la mesa? Sí, pero ahora estamos en otra granja y hablamos de otra mesa. Hagámoslo sin miedo, porque es del pan nuestro de cada día de lo que estamos hablando.

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