Cinco Llagas

Cuando Pepito Grillo se viste de cordero

  • Fuego amigo. Una sesión de control donde el presidente no da explicaciones es una burla a la democracia. IU no ha de temer exigirle más a Griñán.

En las sesiones de control sobra, por definición y sentido común, la intervención del partido al que se adscribe el presidente de la Junta. Los diputados deberían hacer algo con el reglamento de la Cámara por respeto al ciudadano y también por integridad política. En las sesiones de control sobra, adicionalmente y con idéntica carga de sentido común, cualquier intervención cuyo objeto no sea la fiscalización del equipo que gobierna, lo formen una, dos o cien siglas. Porque gobernar, parece mentira que haya que recordarlo, exige explicar. Ése es el gran problema de IU: tiene programa; exhibe más ética que sus rivales tanto asociados como irreconciliables quizás por su menor hoja de servicios ejecutivos (o quizás no, quizás el altruismo exista); ha moldeado sus tres consejerías sin atender exclusivamente a oscuros listados de simpatizantes sino valorando el talento independiente; y empuja al PSOE-A, a ese PSOE-A tan inflado de poder como el rostro de Mickey Rourke, a virar del centro a la izquierda o, como dice José Antonio Castro, de la abulia de tres décadas a "la función social de la política", de la democracia representativa a la democracia directa. IU tiene todas esas virtudes, pero se dirige a Griñán con una docilidad incomprensible por una sencilla y contundente razón: sin sus 12 escaños no hay Ejecutivo, así que puede y debe apretarle las tuercas al jefe sin que esa misión implique quemar San Telmo.

Castro atacó ayer durísimamente al PP, y no le faltaba razón. Esto no es Etiopía. Ni Venezuela. Ni tampoco Cuba. Atacó básicamente las hipérboles de Zoido: sus coletillas favoritas -extremismo y radicalidad-; la crónica de un país que parece poco menos que los secarrales donde pegaba tiros Pancho Villa; esa estampa de niños desnutridos, moscas, burros y botijos resquebrajados que imagina Madrid. Atacó la violencia del lenguaje suburbial de las redes sociales, donde se le llamó, desde el anonimato de una cuenta no personal sino colectiva, "pelota" y hasta "rastrero". Atacó fundadamente pero atacó mal. Porque Zoido no preside la Junta. Porque existen otros formatos donde batirse con la oposición. Porque IU le hace sin querer el trabajo sucio a José Antonio Griñán, cómodamente instalado en el palco del estadismo autonómico, si el lector acepta tal oxímoron.

Juan Ignacio Zoido es un orador vaporoso: sus discursos casi nunca dejan huella. Ayer, por inspiración o azar, expuso una línea deconstructiva más sólida de lo habitual. Tres aciertos. Lo de la Junta y sus subsidios parece "beneficencia" (a). Uno de cada tres casos españoles de corrupción brota en Andalucía (b). Griñán ofrece pactos nacionales que "correspondería proponer a Rubalcaba" (c). Y dos errores. "Ustedes no son nadie sin el Gobierno de Rajoy y el PP (d)". En realidad, el vicio de convertir la política andaluza en una sucursal del Congreso es común a las tres fuerzas presentes en las Cinco Llagas. "Andalucía es la comunidad con más parados y más pobres y la segunda peor en renta per cápita tras Extremadura". Cierto, pero para saber dónde estamos hay que saber de dónde venimos. Y entonces se impone un viaje al pasado que no arranca en 1977 sino antes, mucho antes (e).

Siguiendo la cartografía narrativa de las buenas veladas de boxeo, el púgil más poderoso se deja para el final. Sin ser Ali o Foreman, Griñán se maneja solventemente con el uppercut y el crochet. Vistoso al principio, aburrido al quinto combate. Por una prolongada ausencia de oponentes, sus palabras suenan pastorales y huelen a déjà vu. La escuela del presidente es tan clásica como la destilería que Baldini mostró a Grenouille en El Perfume; es la misma de la que ha mamado todo el poder político desde la Transición; es la que afronta los nuevos problemas con viejas soluciones; es la que ya no sirve. Y no, la receta no es Susana Díaz -más de lo mismo con bastante menos formación; la juventud no implica novedad-, la solución es trabajar de verdad la cultura del diálogo, reconociendo al predispuesto y retratando al recalcitrante; abrir la política a una sociedad que ya no tolera la partitocracia; mostrar la ambición de una Andalucía menos subsidiada y acribillada a impuestos; purgar las malas prácticas que todavía predominan en la funesta Administración paralela de la Junta; y advertir, alto y claro, que los tiempos del chiringuito serán fulminados sin demora.

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