Andalucía

Regreso al futuro

  • Gana Griñán. El presidente hace un discurso 'felipista', global y local, y Arenas empieza 'aznarista', para cambiar a un buen tono, lejos de su bronco estilo habitual

BUEN discurso de Griñán en la sesión de la mañana. Un discurso felipista, sobre lo global y lo local, lo general y lo concreto. El mundo visto desde Andalucía; con las luces largas, según expresión textual del presidente. Un toreo de salón de muy buena factura, al que no le ha faltado, sin embargo, algún desliz típicamente zapaterista, como la pretensión de que la sociedad andaluza es madura, fuerte, seria, tenaz, rigurosa y cohesionada. Demasiada poesía. Por el contrario, fue mucho mejor en la filosofía final, marca de la casa Griñán. Tras anunciar un ahorro fiscal de casi 1.600 millones de euros este año, sacó sus consecuencias: "Hemos comprobado que la especulación no es ninguna fuente de riqueza; que la economía no puede ser un casino; que el dinero no es una mercancía; que no se puede vivir vendiendo humo o sin afrontar el pago de las deudas. Es la hora de volver a la senda de la estabilidad, de vivir a la altura de nuestras posibilidades".

Toreo de buena factura que pudo seguir ejecutando cuando salió Arenas como un toro, a la taurina hora de las cinco de la tarde. Y el ejemplo es también textual. Dijo el jefe popular que lo que había hecho por la mañana su adversario era como aquel chiste, en el que a un torero lo coge el toro, se lo llevan para la enfermería, y su peón de confianza le dice "vaya corná que nos han dado maestro". A lo que el interesado contesta "mayormente a mí". Arenas empezó afeando a Griñán sus responsabilidad en el "gran fracaso" de la economía andaluza en esta crisis. Llegó incluso a sugerirle que pida perdón por sus errores.

La altura y ligazón del discurso presidencial en la sesión matinal a quien primero dejó en evidencia, según los viejos del lugar, fue a Manuel Chaves. Los discursos del anterior presidente, producto de un aluvión de textos fabricados en las distintas consejerías, y redactados por varios amanuenses, eran estructuras heterogéneas cosidas. Por el contrario, Griñán ha preparado un discurso con un hilo conductor, en el que se repasaba la situación mundial, europea, española y andaluza. Anunció aumentos en diversos impuestos y reducción del gasto público, para terminar con un pensamiento de la escuela del presidente Obama, a quien citó varias veces: "Con austeridad, confianza y responsabilidad vamos a ganar el futuro".

Once veces lo interrumpieron los suyos con aplausos durante la hora y doce minutos de discurso. Algunas de las ovaciones parecían previstas de antemano en un guión. Los diputados socialistas rompían a aplaudir al unísono, en cuanto el presidente llegaba a un punto y aparte determinado, como avisados por un regidor. El primer aplauso se produjo cuando dijo que las comunidades autónomas han tenido un papel relevante en la construcción del modelo de Estado de mayor éxito de cuantos ha tenido este país. Argumento avalado después por Arenas, por cierto. Los socialistas aplaudieron con fuerza la criticas al derrotismo popular, las nuevas leyes locales, y el aumento de impuestos, en especial el de las motos acuáticas. Este último, fue acompañado de ciertas risas, que sólo se explican con la atribución de esa afición en exclusiva a militantes y simpatizantes del PP.

Arenas empezó aznarista. Aquello parecía el regreso al futuro, el uno felipista y el otro aznarista. No en balde ambos han sido ministros de varias cosas con Felipe González y José María Aznar, cuyos nombres salieron a pasear en repetidas ocasiones. Arenas estuvo en su arranque duro y contundente, como había anunciado. Acusó a Griñán de mentiroso, de equivocarse en sus diagnósticos, de tener una empanada mental, expresión que sabe que molesta especialmente al presidente y por eso repite una y otra vez. También hizo una alusión sarcástica al impuesto sobre las bolsas de plástico de un solo uso. El jefe popular se había traído de casa la versión adaptada de la fórmula ¡váyase señor González!, pero se la guardó por alguna razón. Lo previsto es que dijese que el de ayer iba a ser el primer y último debate sobre el estado de la comunidad de Griñán, cuyo liderazgo no iba a durar.

Su cambio de tono permitió uno de los debates menos broncos y más profundos de los que ha tenido el Parlamento andaluz en lo que va de año. Lo que no significa que Arenas estuviese tibio en sus críticas. Hizo todo un catálogo de incumplimientos del Gobierno regional, en materia de vivienda, educación o sanidad. Se alarmó de que Canal Sur cueste 180 millones de euros a los contribuyentes, que la Junta tenga hasta 25 delegados de distintos organismos y consejerías en cada provincia o que se haya recolocado a la mitad de los altos cargos recién eliminados en el organigrama de la Administración autonómica.

Pero lo más relevante es que, por primera vez en lo que va de legislatura, el jefe popular ha cambiado el registro pensando en el electorado que puede conquistar en esta coyuntura. Desde luego que elogió el trabajo de los funcionarios, se preocupó por los pensionistas, hizo de defensor de los intereses de los autónomos, de los dueños de los chiringuitos, de los agricultores y ganaderos, del sector de la construcción y hasta del único que no va mal este año, el turístico. El afán electoral del jefe popular ha podido sobre su tradicional tendencia al juego duro y el regate corto.

Arenas tuvo ayer raptos del perfil de estadista que tiene que adoptar si quiere ganar por mayoría absoluta las elecciones. Y eso moderó su discurso, lo hizo más razonable. Y eso, a su pesar, le permitió a Griñán quedar por delante en el envite. Pero la victoria a los puntos del presidente no fue gratis. La tuvo que sudar contra el reproche de que no se ocupa de los intereses andaluces en Europa, a pesar de lo mucho que habla de ella. O de que, si tanto cree en la autonomía, que se comprometa a celebrar elecciones separadas de las generales. Griñán que entró a todos los toros, dejó pasar este miura sin mirarlo. El ventajismo socialista en este campo le ha dado demasiados réditos como para renunciar a ellos. Y tampoco tienen un argumento razonable en defensa de elecciones simultáneas.

Arenas propuso varios pactos, en especial uno presupuestario para 2011, lo que provocó los celos de IU. Griñán se sintió cómodo en la centralidad política y en el control de la situación. Buenos discursos los de ambos y buen debate. De los que dan seguridada la afición.

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