El domingo no hubo ningún 'cojo manteca'

Cuando el odiador vocacional no halla muestras de violencia, se frustra y arremete contra cientos de miles de conciudadanos

La manifestación del domingo en Madrid / M. G.
Carlos Navarro Antolín

Sevilla, 22 de marzo 2022 - 03:00

Cuidado con perder la calle, presidente. Susana se relajó y no supo ver la terrible combinación del desgaste de casi 40 años en el poder y las deficiencias en los servicios sanitarios. Por ese desagüe se fueron las aguas del otrora incontestable PSOE andaluz. Tenga en cuenta el presidente que los cientos de miles de manifestantes del pasado domingo en Madrid no podían ser de ultraderecha, a no ser que aceptemos que tenemos unos ultras a las diestra que son la mar de educados. Ni una cabina rota, ni un escaparate hecho añicos. ¡Qué ultraderecha más versallesca! El doberman con el que el Rubalcaba de mediados de los años noventa nos asustaba (guau) para que no votáramos al tío del bigote –que era Aznar y no el del Linimento Sloan– ya no sirve, presidente. La población española ha evolucionado. Y aunque fue capaz de votar pegándole una patada al avispero para contribuir al crecimiento de un movimiento efímero como Podemos, ya sabe distinguir sobradamente entre el blanco, el negro y el gris. No, la masiva protesta del domingo no tuvo que ver con la extrema derecha. No busque Valles de los Caídos, ni banderas preconstitucionales, ni la melodía del Cara el Sol. Ni mucho menos manipule el uso de un animal tan noble como el caballo al asociarlo a señoritos o cayetanos. Eso es propio de burdos, ignorantes e incultos.

El caballo no representa ninguna ideología. Acaso es la mejor imagen del trabajo en el campo, de una indiscutible belleza y, por supuesto, una fuente de riqueza extraordinaria en fines más allá del agrario. El domingo quedó comprobado que la calle no es patrimonio de cierta izquierda. Si el Gobierno no se ha dado cuenta, presidente, es que no termina de soltar el lastre de Iván Redondo, la política de laboratorio, marquetiniana y de corto plazo.

El Gobierno de España no puede darle la espalda al campo, como no puede dársela al mar, sencillamente porque nos va la vida en ambos. El domingo no hubo actos de violencia ni ningún cojo manteca rompiendo farolas, como tuvieron que soportar Felipe y Guerra, “el cambio es una mierda”, como se les gritaba con ira en las manifestaciones a los dos andaluces con más poder en Madrid que se han conocido en la historia democracia. Algún desgraciado –bobo de solemnidad y aspirante a tontucio– ha despreciado la manifestación de cientos de miles de conciudadanos al definirla como una representación del siglo XVII.

Es lo que tiene ser odiador vocacional, que uno se frustra cuando no ve al cojo manteca rompiendo cristales. El odio envenena, presidente. El campo salió a la calle. Y España es campo. Y huele a pueblo, dice la canción.

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