Cine

Triunfo de una equilibrista del cine

Lourdes. Austria, 2009, Drama, 96 minutos. Dirección y guión: Jessica Hausner. Intérpretes: Sylvie Testud, Léa Seydoux, Bruno Todeschini, Gilette Barbier, Walter Benn, Hubert Kramar. Fotografía: Martin Gschlacht.

Desde la antigüedad clásica los santuarios de peregrinación curativa han sido un microcosmos en el que se despliegan todas las facetas de lo humano -lo mejor, lo peor y la inmensa gama de matices que se dan entre lo uno y lo otro- en torno a la esperanza, a quienes la sirven y a quienes la explotan. Fellini es el realizador que mejor ha filmado el paroxismo milagrero tanto cristiano (la peregrinación al Divino Amor en Las noches de Cabiria, el falso milagro en La Dolce Vita) como pagano (el templo del hermafrodita y la Magna Mater en el Satiricón). Filmar este paroxismo sin caer en la caricatura elemental es difícil. Y filmar la consumación de un milagro lo es aún más. Tanto que en toda la historia del cine sólo lo ha logrado Carl T. Dreyer en Ordet (La palabra). La realizadora austríaca Jessica Hausner ha logrado, en clave menor, las dos cosas. No tiene la desgarradura felliniana ni el sentido de lo sagrado dreyeriano, desde luego (¿quién podría unir en una sola personalidad creativa esas dos cumbres?), pero se las arregla endiabladamente -más bien divinamente- bien para hacer funambulismo ideológico y artístico manteniendo el equilibrio entre la frialdad y la compasión, la crítica a quienes mercadean con la esperanza y el aprecio a quienes la sirven sinceramente, sus propias convicciones agnósticas y la capacidad para captar la vibración de lo sagrado (o de su desesperada necesidad), la representación de lo grotesco y lo kitsch que inevitablemente se da cuando se unen fe, multitud y negocio, y de la emoción que, paradójicamente, también allí se manifiesta.

La intención de la realizadora no parece ser subjetivizar la visión sobre Lourdes, sino justo lo contrario: objetivizarla. Pero hacerlo sin incurrir en el documentalismo (se trata de un fresco cómico-grotesco-dramático poblado por una variopinta galería de personajes) y en esa superficial objetividad argüida por los realizadores que falsifican el realismo pretendiendo presentar las cosas tal como son (se vuelca en el personaje central, interpretado con admirable contención por Sylvie Testud). Jessica Hausner documenta lo que en Lourdes se manifiesta y sucede -de hecho su película se rodó en el propio santuario- a la vez que expone sus reticencias, denuncia los excesos, se compadece de las víctimas, fustiga a sus explotadores, admira a quienes les ayudan y guarda una respetuosa distancia ante los ritos sagrados. Parece imposible lograr estas diferentes aproximaciones a la vez, pero ella lo ha conseguido y eso hace la grandeza de esta pequeña película que representa el vigor del penúltimo y último cine austriaco. Un vigor más bien pesimista y triste, desde luego; pero es sabido que los austríacos no han sabido encontrar el punto medio entre la cursilería de la opereta y el desgarro del nihilismo. Extremos que son.

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