Salir al cine

Wim Wenders: el amigo alemán

  • Llega a Movistar+ un interesante documental sobre el cineasta Wim Wenders y su periplo norteamericano, también la nueva serie de Borja Cobeaga 'No me gusta conducir'. 

Una de las muchas películas que hemos echado de menos en la lista de Sight & Sound es París, Texas (1984), de Wim Wenders, melancólica road movie con la que el cineasta alemán se asomaba a la mitología norteamericana entre los paisajes y carreteras del Sur fronterizo donde un errante Harry Dean Stanton aparecía en mitad del desierto en busca de su particular tiempo perdido.

Ganadora de la Palma de Oro, París, Texas confirmó a Wenders (Düsseldorf, 1945) como el más exitoso de los cineastas del Nuevo Cine Alemán, puntal más visible y exportable de una generación donde los Kluge, Schlöndorff, Fassbinder, Schroeder o Herzog se habían propuesto, cada uno a su manera, desestabilizar y renovar los cimientos de un cine nacional adormecido desde el final de la Segunda Guerra Mundial y en estado de amnesia colectiva sobre las secuelas del nazismo.

Wenders había llegado a Estados Unidos en un doble viaje existencial y profesional. Atraído desde la juventud por su cine, su música y su cultura popular, el joven cineasta había proyectado en una cierta mitología norteamericana todos los sueños y escapatorias de una Alemania en la que no se sentía cómodo e integrado. Los estudios en Munich y París, las sesiones cinéfilas en la Cinematèque, la pasión por el rock y sus primeras películas (El miedo del portero ante el penalti, Alicia en las ciudades, Falso movimiento, En el curso del tiempo, El amigo americano) iban a marcar el paulatino sendero de emancipación para encontrar en el escenario norteamericano la identidad y la voz como futuro cineasta sin fronteras.

Pero ese camino, y este documental da por primera vez buena cuenta del asunto, se vio truncado a las primeras de cambio. Coppola lo llamó a comienzos de los 80 para su proyecto megalómano de Zoetrope Studios con el encargo de dirigir Hammett, un policiaco sobre el gran novelista norteamericano. En el proceso, Wenders decidió prescindir del guion, como ya había hecho en otras ocasiones, y aventurarse a una reescritura constante que implicó nuevos personajes, nuevos actores y, sobre todo, el protagonismo de quien por entonces era su esposa, la actriz Ronee Blakey. El asunto llegó a oídos de Coppola, la producción se detuvo, los egos entraron en colisión y el proyecto acabó terminándose bajo cláusulas contractuales.

Wenders se vengó a su manera de aquel gran fracaso en El estado de las cosas, un filme sobre la historia de un rodaje truncado por la mala relación entre un productor y un director. Pero sería París, Texas, rodada justo a continuación y siempre en el filo de la navaja, la película donde se condensaría esa mirada externa a un país y su cultura que sigue permaneciendo hoy como su mejor filme y uno de los mejores sobre Estados Unidos hecho por un extranjero.

Wim Wenders: Desperado, el documental de Friedler y Campino sobre el cineasta que pueden ver ahora en Movistar+, parte y regresa una y otra vez a aquel filme y sus localizaciones, hace recorrer a Wenders los lugares que un día recorriera Dean Stanton, y pone el foco en esa libertad de acción e impulso por la caída libre de un cineasta que siempre se ha sentido más cómodo en el proceso, en la improvisación, que en el cumplimiento de los planes de rodaje. Un documental protagonizado por Wenders y los suyos (su amigo Herzog, su actual esposa Donata Wenders, sus colaboradores más fieles a lo largo de los años) que encuentra en el regreso a los emplazamientos de sus películas, también al Berlín de Cielo sobre Berlín, y en los testimonios del cineasta el hilo conductor para un recorrido circular que se cierra en los pabellones vacíos del Grand Palais donde se proyectan ahora secuencias de su filmografía en una gran instalación museística.

Desperado presta también especial atención a sus documentales, de Habitación 666, en el que encerró en un hotel de Cannes a Godard, Herzog, Spielberg o Antonioni para preguntarles por el destino del cine, a Pina, donde filmó las coreografías de Bausch en un estimulante 3D, de Tokyo-ga, su particular homenaje a Yasujiro Ozu, a Buena Vista Social Club, uno de sus grandes éxitos comerciales en el que retrató a la gran generación de la música popular cubana, nuevas muestras de la inquietud y la intuición de un cineasta errante que se jacta de no tener más dinero en la cuenta corriente del que necesita día a día hasta embarcarse en nuevos proyectos y al que no le duele en prendas reconocer que, en los últimos años, no ha hecho precisamente sus mejores películas.     

Razones para (no) sacarse el carnet a los 40

Si no fuera porque no nos conocemos de nada, se diría que Borja Cobeaga (Pagafantas, No controles, Negociador) se ha inspirado en un servidor para la premisa de su nueva serie: un huraño profesor universitario entrado en los cuarenta decide sacarse el carnet de conducir como terapia para superar una separación y redimirse de algunos traumas de juventud.

Ese profesor de Literatura Medieval es Juan Diego Botto, y en la autoescuela de barrio en la que se matricula se va a encontrar con una alumna aventajada, hija de un conocido escritor y académico, pero sobre todo con un entrañable instructor (enorme David Lorente) salido de una máquina del tiempo de dichos y frases hechas que se convierte escena a escena en el mayor hallazgo cómico y disfrute de la serie.

Cobeaga parece haber madurado su sentido de la comedia y entiende que el tono de No me gusta conducir pasa por contener los excesos caricaturescos e instaurar un cierto aire de melancolía y (re)capitulación generacional. El humor y el gag se abren así hacia los márgenes del relato, delirante viaje a Cuenca incluido, como respiraderos de una historia de reconciliación, aprendizaje y cierre de heridas del alma. Y justo cuando ya echábamos de menos a nuestro profesor de autoescuela favorito, aún quedaba una última clase teórico-práctica.

El estreno de la semana: ‘EO’

Primero Robert Bresson (Al azar, Balthasar), hace un año Andrea Arnold (Cow) y ahora el veterano cineasta polaco Jerzy Skolimowski han entendido que la mirada del animal también puede ser la más apropiada para descifrar el mundo. Su burro gris de ojos melancólicos conocerá la alegría y la pena, y la rueda de la fortuna transformará, según el momento, su buena suerte en desastre, y su desdicha en felicidad inesperada. Pero nunca, en ningún momento, perderá la inocencia.

Trailer EO