Joyland | Crítica

Los amantes prohibidos

Flamante ganadora del premio de la Crítica Francesa a la mejor película extranjera estrenada en 2022 y procedente de la sección Un certain regard de Cannes, Joyland nos trae desde Paquistán una hermosa historia de amor y denuncia de los estigmas heteropatriarcales de aquel país protagonizada por una pareja en matrimonio acordado que vive en el seno de una familia tradicional y la mujer trans de la que el hombre se enamora después de empezar a trabajar como bailarín en su compañía.

Un filme que viene envuelto en una hermosa puesta en escena, repleta de encuadres, gestos elocuentes y pasajes intimistas que pueden recordar por momentos al cine de Wong Kar-wai, que traduce y establece el tono emocional reprimido de una relación triangular que deja entrever los procesos y dinámicas (auto)represivas al tiempo en que sabe materializar en sugerentes escenas esa poderosa corriente de deseo, identidad confusa y frustración entre los amantes prohibidos y los anhelos de huida de la esposa, cuyo personaje, aparentemente secundario, acaba adquiriendo un protagonismo esencial.

Joyland toma su nombre del parque de atracciones que tal vez sea el único espacio de verdadera libertad de vuelo y pensamiento para sus personajes, atrapados en sus respectivos roles, conscientes de su cobardía, prisioneros de un ecosistema donde no hay espacio seguro para ellos. Saim Sadiq los observa y filma con ese lenguaje sensual del cine contemporáneo sin perder de vista los ciclos y dinámicas de la realidad de su país, atento tanto al preciosismo de la imagen como a los gestos, las miradas, los roces y renuncias que van cimentando el camino melodramático hacia la catarsis trágica que desanude su relato.