La desconocida | Crítica

Alicia y el lobo en el parque periurbano

Manolo Solo y Laia Manzanares en una imagen del filme de Pablo Maqueda.

Manolo Solo y Laia Manzanares en una imagen del filme de Pablo Maqueda.

Dejamos a Pablo Maqueda en busca de los pasos de Herzog en el diario viajero Dear Werner y lo reencontramos ahora, en este su primer largo de ficción presentado en el pasado Festival de Málaga, tras la estela de Haneke o Vermut y sus universos de fábulas perversas y perturbadoras nacidas de las patologías de la contemporaneidad.

Por cortesía, respetaremos el deseo del director y sus publicistas de no hacer spoilers, aunque este pacto no exime a su película, que se adentra, a partir de la obra teatral Grooming de Paco Bezerra, en el tema de la pederastia y los engaños a menores a través de Internet, de una cierta artificiosidad destinada a impactar y descolocar al espectador con giros, flash-backs y revelaciones que se nos antojan tan efectivos en su modulación del suspense como algo efectistas en sus bifurcaciones y desarrollo.

En su primer tercio, un estupendo Manolo Solo y una ambigua Laia Manzanares interpretan al casposo depredador de mediana edad y a la presa adolescente en un juego del gato y el ratón que transcurre a plena luz del día en un parque de la periferia urbana entre citas a Hitchcock y Julio Iglesias. La palabra afinada conduce la tensión y la incomodidad crecientes mientras que la puesta en escena juega al extrañamiento y la elipsis y la noche se echa encima.

Lo que viene luego, entre agujeros explicativos no del todo confiables, es un quiebro y un reposicionamiento del filme y su dinámica verdugo-víctima en nuevos terrenos igualmente incómodos donde las parafilias y el chantaje conviven con irregulares escenas de costumbrismo de barrio y metáforas sobre el lado siniestro de los cuentos infantiles (Alicia) que se quieren ya el verdadero sustrato simbólico de un relato que tiende a desequilibrarse dilapidando la intensidad de su primer acto hacia un final tan apresurado como fallido.