Las chicas están bien | Crítica

Ensayo de una película por hacer

Una imagen del primer filme de Itsaso Arana.

Una imagen del primer filme de Itsaso Arana.

Lejos de toda tradición dentro del cine español, el primer largo de la actriz Itsaso Arana, a quien conocemos sobre todo por su presencia en el cine de Jonás Trueba (La reconquista, La virgen de agosto, Tenéis que venir a verla), aquí productor, asume el espíritu ensayístico y autorreflexivo del cine moderno y la luz y el tiempo de los veranos impresionistas de Renoir para reunir a cinco actrices en una hermosa casa de campo para ensayar una obra de teatro que, en realidad, es la propia película en su proceso.

El juego metacinematográfico disuelve toda posible rigidez en una propuesta libre que busca siempre esa sensación de lo que se va haciendo y modelando sobre la marcha, también de aquello que se despega levemente de lo real o lo personal para caminar por el sendero de la sublimación y la relectura literaria, pictórica y poética.

El espacio determina el marco y libera a estas cinco mujeres de al menos dos generaciones (Lennie, Escolar, Manero, Exquerro y la propia Arana) a un tránsito constante dentro y fuera de la obra, los personajes y el filme que interpretan, asumiendo sus pequeños y grandes traumas, sus deseos y enamoramientos, sus técnicas como actrices también, como elementos de un juego que espejea en los relatos de vida y las palabras que interpretan, primero en conjunto, finalmente una a una de manera aislada.

El principal escollo de Las chicas están bien tiene que ver precisamente con la dificultad esporádica para borrar su propia dinámica y hacer fluir mejor sus transiciones entre lo escrito, lo representado y lo filmado, o dejar, como tal vez hubiera sido deseable, que el azar y la atmósfera del lugar jugaran un papel más determinante aún en el cuadro de conjunto.

A la postre, y a pesar de los grandes temas que se abordan (de la maternidad a la muerte, de la orfandad al amor y sus vectores) desde la intimidad y la confidencia, la empatía no siempre asoma entre las estampas de sororidad campestre y profesional de nuestras protagonistas, una empatía y una calidez que insuflen algo más de emoción a un luminoso experimento.