Moonage Daydream | Crítica

La estrella que cayó a la Tierra y aprovechó cada minuto

Una imagen del documental de Brett Morgen.

Una imagen del documental de Brett Morgen.

Este documental sobre David Bowie viene enunciado desde un lugar lejano, entre los pliegues de la galaxia y las estrellas, a la sombra de los planetas que cruzan sus órbitas en el espacio exterior, mirando con cierta extrañeza a la Tierra y a los actos y productos de los hombres.

La condición no sólo andrógina y ambigua sino también alienígena, mutante y escapista del artista global nacido en Brixton en 1947 y fallecido en Nueva York 2016 se interpone desde su voz grave, su dicción precisa y su pensamiento siempre elocuente, lúcido y original en una narración alucinada y sensorial, una “ensoñación lunar” hecha de retazos y fragmentos (de conciertos, entrevistas, reportajes, documentales, películas, videoclips o performances) que funciona como un verdadero collage asociativo y envolvente que recorre su vida creativa, sus sucesivas etapas (del glam al pop comercial, de la aventura americana y la experimentación berlinesa a las giras y los estadios llenos) y transformaciones muy lejos de toda ortodoxia documental, coqueteando tal vez con la idea de ese caos controlado que fue la propia trayectoria de Bowie y sus múltiples manifestaciones bajo diferentes identidades.

En una de las entrevistas televisivas que aparecen en el filme, la periodista le pregunta a Bowie si en realidad no ha querido ser siempre un lienzo en blanco, y a ese lienzo de posibilidades infinitas parece aferrarse también Brett Morgen (Crossfire hurricane, Kurt Cobain: Montage of heck) en un trabajo audiovisual que proyecta al artista como creador incansable pero que también deja entrever a esa persona que se ocultó (o creó) tras las máscaras de sus personajes, de Ziggy Stardust al Lázaro de su disco póstumo que nos cantaba ya desde ultratumba.

Mucho más (y mejor) que un documental para fans y seguidores del astro, Moonage Daydream busca materializar plástica y filosóficamente el universo y el pensamiento de Bowie, también sus contradicciones y solapamientos, sus momentos de concesión o arrepentimiento. Y para su tramo final se reserva ya esa emoción creciente de un discurso sobre la libertad creativa, la disidencia, el placer de la búsqueda y los procesos y el salto al vacío como gran lección de vida de quien quiso aprovechar, y cómo, cada minuto de su paso por la Tierra.