Rainbow | Crítica

Baldosas de Instagram

En su cuarto largometraje como director, después de haber explotado el sainete familiar con las dos entregas de Carmina y explorado las filias sexuales en Kiki, el amor se hace, Paco León se atreve ahora nada menos que con El mago de Oz para perpetrar su innecesaria actualización 3.0 del mítico relato de Lyman Frank Baum.

Innecesaria en tanto que su mirada bizarra sobre los materiales originales rebaja considerablemente su potencial fabulador entre músicas urbanas, cantos a la diversidad y lo inesperado y una cansina estructura empeñada en alternar el trayecto on the road de nuestra heroína postadolescente (Dora Postigo) y su grupo excéntrico de parias, negros, suicidas y homosexuales por las carreteras secundarias de una pobre imaginación ibérica, con las aburridísimas cuitas en clave del absurdo de las dos hermanas ricachonas y amargadas que interpretan Carmen Maura y Carmen Machi.

Por si no fuera suficiente castigo, hacía mucho tiempo que no veíamos un filme español tan mal filmado, fotografiado y montado, algo tan imperdonable como insólito en estos tiempos de producción estandarizada. Suponemos que Rainbow quiere ser un canto a la diversidad y un rescate festivo, surreal y musical de los marginales, raros y solitarios, pero se queda en un plúmbeo e interminable viaje con la radio puesta por un polvoriento camino de baldosas amarillas diseñado con filtros de Instagram y el dinero de Netflix y Telecinco para pagar canciones de C. Tangana.