Sin ti no puedo | Crítica

Thriller subrogado

Sin ti no puedo.

Sin ti no puedo.

Nada habíamos visto de Chus Gutiérrez desde Retorno a Hansala (2008), drama sobre la inmigración en el Estrecho donde la granadina no terminaba de levantar vuelo después de una carrera (Sublet, Sexo oral, Alma gitana, Insomnio) que la situaba entre las directoras más prometedoras del cine español de los noventa. Después han venido documentales (Sacromonte, Droga oral, Rol & Rol) de temática musical, lisérgica o feminista, banderas a las que siempre se ha adscrito un cine de más oportunidad socio-política que audacia formal.

En Sin ti ni puedo se adentra ya sin excusas en el encargo, la co-producción forzada (hispano-mexicana) y el cine de género a partir de un guion de Frank Ariza y Alicia Luna, ancla y lastre de una película que plantea tangencialmente el asunto de la gestación subrogada tal vez como coartada de actualidad para su meollo argumental, donde un acontecimiento trágico del pasado persigue y enturbia las relaciones entre hermano homosexual y hermana reaparecida, la pareja del primero y un amigo abogado.

Entre flash-backs de principiante y soluciones de dudoso gusto, el filme intenta levantar en vano una cierta tensión erótico-criminal en el seno de ese cuarteto que remite a la culpabilidad, las sospechas, el Edipo, el deseo y las segundas oportunidades, pero todo desfallece irremediablemente ante una deriva propia del folletín, una puesta en escena más televisiva que económica y unos actores en registro descontrolado donde hasta el bueno de Casablanc parece desubicado. A la postre, Sin ti no puedo malbarata todos sus posibles caminos para quedarse con una pueril resolución de la intriga y una coda postiza más propia de un cliffhanger barato que de una película que quiere anudar sus tramas y conflictos.