Titina | Crítica

En los márgenes caninos de la Historia

Una imagen de la cinta de animación noruega.

Una imagen de la cinta de animación noruega.

Basada en hechos y personajes reales a propósito de la aventura épica del primer vuelo en dirigible que atravesó el Polo Norte para llegar a Alaska en 1926, esta cinta de animación noruega sitúa a su silente protagonista canina en los márgenes de la relación entre el explorador noruego Roald Amundsen y el ingeniero y aviador italiano Umberto Nobile, que unieron su larga experiencia viajera y su talento constructor, también su competencia por los titulares y la fama, en una de las grandes conquistas del primer tercio del siglo XX.

Una protagonista que permite abrir el relato a una mirada tierna que sirve de guía por los acontecimientos documentados (que vemos también ocasionalmente en unas extraordinarias imágenes de archivo de la expedición original) desde una singular perspectiva que revela aquella alianza luego devenida en batalla de egos y finalmente en gesto de amistad póstuma como una entrañable historia para todos los públicos más allá de su condición animada.

Dirigida por la especialista Kajsa Næss con producción y diseños de los creadores de títulos como Las trillizas de Belleville, El ilusionista o La famosa invasión de los osos en Sicilia, Titina alterna así en su limpio trazo bidimensional y su amable paleta lo factual con lo imaginado partiendo de una licencia de vida perruna extendida (¡hasta 1978!) que permite el rebobinado del recuerdo en los días finales del viejo Nobile y posibilita el diálogo y el sueño con la naturaleza polar y su imaginario lejos de las cuitas humanas, nacionales y políticas (con Mussolini como secundario bufonesco) que definieron el acontecimiento histórico.