Unicornios | Crítica

El vacío de la instagramer

Greta Fernández en una imagen del filme.

Greta Fernández en una imagen del filme.

Realmente cuesta encontrar algún personaje o gesto con el que identificarse en este filme de Álex Lora protagonizado por una joven (Greta Fernández) en su tránsito hacia la revelación de su propio vacío existencial en el mundo de postureo constante de los instagramers, influencers, diseñadores y ‘creadores de contenido’ de la Barcelona chic de los barrios pijos y las familias burguesas. Y no tanto porque uno tenga ya la edad de ser el padre de cualquiera de estas jóvenes profesionales low-cost de vida sexual abierta y poliamor no comprometido, sino porque todos y cada uno de los tipos y situaciones que aparecen retratados repelen bastante por su naturaleza pseudoparódica del mundillo profesional y de relaciones en el que se desenvuelven.

Unicornios juega además la doble carta del retrato generacional y de clase distanciado y supuestamente no implicado, con cierta moralina de fondo que encuentra en la familia desestructurada, la madre siempre ocupada (Nora Navas) o en la ausencia del padre las razones de fondo para que nuestra protagonista caiga paulatinamente en el pozo del desarraigo y la crisis existencial hasta el límite de la perdición.  

Lora busca traducir con la puesta en escena la obsesión por las texturas de su antiheroína y lo adereza todo de esa pátina posmoderna de imágenes de móvil, soniquetes urbanos, cámaras lentas y luces de neón. O sea, añade más capas de postureo y filtros a una película que no sabe, o no quiere, agarrar a sus criaturas para despertarlas de la estupidez en la que viven sumidas mientras se recrea en su deriva.