522, un gato, un chino y mi padre

El perímetro de la normalidad

El segundo largo de Paco R. Baños tras la estimable Ali (2012) incide en el retrato de un personaje femenino enfrentado a la normalidad, la vida práctica o a eso que podríamos llamar la realidad de las cosas. Si en aquella primera película se trataba de aceptarse en el tránsito postadolescente y en el ámbito familiar, la protagonista de esta 522, un gato, un chino y mi padre se pelea constantemente con su propia orfandad neurótica, materializada en una agorafobia extrema que no le permite ir más allá de su casa los 522 pasos a los que alude el título. 

Una neurosis como forma de resistencia y aislamiento, también como patología propia de un carácter asocial y hosco fruto de un trauma que Baños traza y acorrala con la cámara siempre a una cortísima distancia del cuerpo y el rostro (deformado) de Natalia de Molina, protagonista absoluta de la función. Desde su burbuja, logrará emprender un viaje de retorno a las raíces (portuguesas, en un claro eco autobiográfico del director y también guionista) que permite y propulsa la estructura de una road movie de superación, sanación y redención trufada de encuentros, personajes pintorescos y pequeñas aventuras en furgoneta que no siempre avanzan o se enlazan con fluidez.

Algo redundante y circular, 522 enseña pronto sus cartas y se gusta demasiado en su aire de fábula excéntrica sobre la curación del alma, pero no consigue del todo que su deriva narrativa o los personajes que encuentra en el camino, empezando por el falso chino que encarna Alberto Jo Lee y su endeble historia romántica, se integren o funcionen con naturalidad en esa particular gimnasia de liberación.

Las calles de una Triana popular, el paisaje horizontal del Algarve y los sones del fado, esa “alegría triste” con la que ajustar cuentas con el tiempo, la memoria herida y las raíces, conviven una vez más y no siempre en equilibrio con ese deje pop (de los gráficos a las canciones) tan caro a esta generación de cineastas sevillanos que tiene más de nostalgia o tic de juventud que de verdadera pertinencia en la materia de sus relatos.     

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