Noche en el paraíso | Estreno en Netflix

Mañana en el infierno

Cha Seung-won, atrapado entre dos clanes mafiosos en 'Noche en el paraíso'.

Cha Seung-won, atrapado entre dos clanes mafiosos en 'Noche en el paraíso'.

No es un spoiler: en sus imágenes de títulos de crédito finales, Noche en el paraíso, último thriller surcoreano en incorporarse al catálogo de Netflix, nos enseña algunos de los lugares y escenarios donde ha transcurrido su historia vacíos de personajes, en elegantes panorámicas laterales, a la caída de la tarde, bajo una música de piano suave y melancólica.

La calma ha llegado demasiado tarde, parece decirnos Park Hoon-jung (New World, The Tiger) con este gesto final. Un gesto supuestamente lírico aunque en realidad bastante cínico que pareciera querer poner un enfoque moral postrero a una de esas películas de fórmula que se ha reservado sus mejores momentos para persecuciones, tiroteos, apuñalamientos interminables y ensañamientos varios que vuelven a recordarnos aquellos viejos debates sobre la gratuidad de la violencia incluso en un cine de género tan codificado como el que aquí se maneja.

Codificado por las marcas del cine yakuza o de triadas de Hong Kong, por las narrativas de venganza con pretexto sentimental y familiar, o por esa supuesta elegancia y estilización de la puesta en escena que se traduce en el formato panorámico y cierta pericia coreográfica y de montaje, cuando no de vídeo-juego, para filmar los momentos de mayor intensidad cinética.

Noche en el Paraíso podría haberse llamado igualmente ‘Mañana en el infierno’ y no hubiera cambiado gran cosa: un calculado espectáculo violento, fascinación por el universo y la iconografía criminales y unas dosis de melancolía de lobo solitario, tragedia y fatalidad de baratillo aptas para concursar en Venecia o para exportarse al resto del mundo con la N roja por delante.