Fast & Furious X | Crítica

Da lo que los suyos esperan, ¿a qué meterse de por medio?

'Fast & Furious' regresa a los cines con su décima entrega.

'Fast & Furious' regresa a los cines con su décima entrega. / D. S.

Es cierto que ha existido la mula Francis, que Ed Wood dirigió películas, que John Wayne hizo del mongol Gengis Kan y Marlon Brando de japonés en La casa del té de la luna de agosto, ambos con los ojos estirados. No toda la historia de Hollywood es gloriosa, por supuesto. Pero nunca, como se viene haciendo en lo que llevamos de siglo, se ha gastado tanto dinero en películas tan ruidosamente vacías que dan tanto dinero. Un ejemplo es la franquicia Fast & Furious que tiene ya tantos años como nuestro siglo: la primera entrega es de 2001 y la que ahora se estrena es la décima (undécima si se cuenta el spin-off de 2019). Es la franquicia más rentable de Universal y la quinta con mayor recaudación de la historia del cine.

La idea original es el director Rob Cohen, el título está tomado de una vieja película de carreras ilegales de coches de la productora de Roger Corman y el argumento se centra en robos de camiones, apabullantes deportivos, carreras vertiginosas, cultura tunning y música aún más ruidosa que los motores en una hábil celebración de lo macarra que se balancea entre el thriller conspiranoico y las películas de espías pos-Bond infladas de efectos especiales. Con Paul Walker (intérprete de seis entregas hasta su fallecimiento -la vida a veces es una siniestra broma de humor negro- en un accidente de coche) y Vin Diesel como atractivos masculinos y Michelle Rodríguez y Jordana Brewster como atractivos femeninos.

Dado su inmenso éxito, en 2003, 2006, 2009, 2011, 2013, 2015, 2017, 2019, 2021 y 2023 han ido llegando, con mecánica puntualidad de relojería, las sucesivas entregas dirigidas por John Singleton, James Wan, Gary Gray, David Leitch y sobre todo Justin Li (cinco entregas). La ahora estrenada la dirige el francés Louis Leterrier, salido de la factoría de Luc Besson, consagrado en el cine de ruido y acción con las dos entregas de Transporter (2002 y 2005) que le valieron ser llamado a Hollywood para dirigir la mediocre El increíble Hulk (2008), la horrorosa Furia de titanes (2010), la correcta Ahora me ves… (2013) y la estúpida Agente contrainteligente (2016). Tras ellas regresó a Francia y ahora vuelve a Hollywood para hacerse cargo de la nueva entrega de Fast & Furious. Su filmografía excusa explicar por qué lo han elegido y qué se puede esperar de él.

Coreografías automovilísticas, despiporre digital hasta con efectos resucitadores, carreras y persecuciones por medio mundo que convierten las de Bullit o French Connection en Paseando a Miss Daisy -solo desde el punto de vista técnico-hortera, que la inclusión de las persecuciones en la trama policíaca de estas películas no hay quien la supere-, otra vez el ruido de la música compitiendo con el de los motores, un mayor cuidado (dentro de lo que cabe) en el guión que añade un poco de blandiblú familiar y presenta un descacharrante malo interpretado sin contención por Jason Momoa. Da penita (¿no tenían bastante con meter en la franquicia a la gran Helen Mirren?) ver a la igualmente grande Rita Moreno -la Anita de West Side Story de Wise/Robbins- haciendo de abuelita.

Eso sí, esta película no engaña. Da, incluso mejorando las últimas entregas, lo que los fans de la franquicia esperan de ella desde hace 22 años.

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