Jeepers Creepers: El renacer | Crítica

Malbaratando una gran película de terror

'Jeepers Creepers: El renacer'.

'Jeepers Creepers: El renacer'. / D. S.

Jeepers Creepers es una canción compuesta por Harry Warren y escrita por Johnny Mercer en 1938 para la película Going Places en la que la interpretaba Louis Armstrong. En 1975, aunque pocos lo recordarán, la canción adquirió un aire siniestro al integrarse, en la versión de Armstrong, en Como plaga de langosta de Schlesinger, visión apocalíptica y esperpéntica del Hollywood de los años 30 basada en la novela del maldito Nathanael West.

En 2001 un interesante director en otro sentido maldito -hijastro de un alcohólico que abusó de él y a su vez posteriormente condenado a tres años de cárcel por abuso de menores-, Victor Salva, descubierto y protegido por Coppola, autor de las interesantes Clownhouse (1989) y Powder (1995), escribió y dirigió la estupenda Jeepers Creepers, producida por Coppola, en la que proseguía en su línea de apertura de nuevos caminos para el cine de terror. El éxito motivó dos secuelas también dirigidas por Salva en 2003 y 2017 con un interés declinante que tocó fondo con la última, una mala película con un rodaje catastrófico con la que Salva intentó en vano rehacer su carrera.

La original película de 2001, imaginativo cruce entre los cuentos de brujas y las viejas leyendas demoníacas, desgajada ya de su polémico creador, se retoma ahora confiada al finlandés Timo Vuorensola, trasplantado a Hollywood tras el éxito de su franquicia nazi-fantástico-desquiciada Iron Sky. Se podía haber quedado en Finlandia para no empañar el buen recuerdo de la película de 2001, bastante perjudicada ya por su última secuela.

La criatura que cada 23 años despierta para recorrer las carreteras en un camión buscando carne humana queda reducido a un muñecote en una película barata que parece dirigida por un aficionado. Lo único positivo que se puede decir de ella es que quizás anime a algún joven espectador a recuperar la estupenda Jeepers Creepers de 2001.

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