Obituario

William Hurt, la estrella accidental

  • Ayer fallecía a los 71 años el que fuera uno de los actores más prolíficos y prestigiosos de aquel cine adulto norteamericano de la década de los ochenta, ganador del Oscar por 'El beso de la mujer araña'. 

“Yo también crecí con William Hurt y El turista accidental”, me escribe Braulio Ortiz en el WhatsApp en el que me invita a escribir su obituario. Debe ser algo común a todos los que hoy rondamos los cincuenta, adolescentes en aquellos años ochenta en los que el actor, fallecido ayer a los 71 años, protagonizaría una tras otra algunas de las mejores películas adultas y de prestigio de un Hollywood donde los rescoldos de su gran década (los 70) aún daban calor antes de la invasión del gran espectáculo franquiciado e infantilizado.

Hurt encadenó una serie de títulos memorables, premiados y reconocidos por la crítica como Un viaje alucinante al fondo de la mente, Gorky Park, El beso de la mujer araña, su único Oscar de cuatro nominaciones y en el que interpretaba a un homosexual encarcelado, Hijos de un Dios menor, Al filo de la noticia, La fuerza del destino o ese Turista accidental que recordamos vívidamente en nuestra iniciación al cine no necesariamente apto para nuestra edad, un filme en el que atisbábamos esos asuntos y problemas de adultos como el duelo, la depresión, la separación y las segundas oportunidades entre otras cosas gracias a la autoridad moral, la calma lúcida y a esa masculinidad algo torpe y afligida a la que Hurt incorporó también una mirada cálida y un cuerpo abatido.

Hurt encadenó papeles en una memorable serie de títulos del mejor cine adulto del Hollywood de los ochenta.

Más tarde, ya en la Universidad y en plena vorágine cinéfila, lo recuperamos sudoroso en ese tórrido romance noir de Fuego en el cuerpo, donde Kathleen Turner lo agarraba literalmente del pene en una escena que hoy tal vez nadie se atrevería a rodar. No en vano, Lawrence Kasdan, con quien también trabajó en Reencuentro y Te amaré hasta que te mate, irrumpía entonces como autor de prestigio neoclásico más allá de su faceta de guionista de éxito y vio en Hurt a ese hombre de aspecto respetable, buena familia, profesoral y atractivo que tantas veces encarnó en la pantalla, ese modelo meditativo y algo ensimismado que, si bien no alcanzó el estatus de estrella para la taquilla, sí que representó a lo largo de la década y en sus papeles de los noventa en Alice, de Allen, Smoke, de Wang y Auster, Hasta el fin del mundo, de Wenders, El doctor, de Haines, Second best, de Menges, La peste, de Puenzo, Contact, de Zemeckis, Jane Eyre, de Zefirelli, o Romance en Nueva York, de Chantal Akerman.     

Con el nuevo siglo, la carrera de Hurt, tipo discreto y alejado de los focos, comenzó a declinar en su faceta protagonista, pero no así en su presencia secundaria como figura madura, sabia y paternal que podía encajar también en pequeños roles de género donde su aparente frialdad emocional jugaba siempre a favor del personaje. Lo vimos así en Inteligencia Artificial, de Spielberg, en El Bosque, de Shyamalan, Hacia rutas salvajes, de Penn, El buen pastor, de De Niro, o Una historia de violencia, de David Cronenberg, un filme que le granjearía una nueva nominación al Oscar con apenas unos minutos en pantalla como perverso jefe mafioso. Paradojas del destino, las nuevas generaciones lo recordarán tal vez por sus últimos papeles marginales para el Universo Marvel en Hulk, Capitán América, Los Vengadores o La viuda negra.