Sombra sosegada

Luis García Montero: “El verano destaca la alegría de la vida”

Luis García Montero.

Luis García Montero. / José Ángel García

Son muchos los poetas que han acudido al mar –como lugar o como concepto– para escribir poemas memorables, así el conocido verso de un joven Gimferrer, "Tiene el mar su mecánica como el amor sus símbolos", o el soneto de Manuel Machado, "Era un suspiro lánguido y sonoro / la voz del mar aquella tarde...". Podríamos citas muchísimos ejemplos.

El poeta, ensayista y narrador Luis García Montero tiene nombre para ese mar inmenso –y milenario– de los escritores: la bahía de Cádiz. O el pueblo de Rota. Más de treinta años lleva el autor veraneando en este municipio de la costa gaditana, en una casa que compró junto con su mujer, la escritora Almudena Grandes, fallecida en noviembre de 2021. "Cuando empecé a vivir con Almudena, ella me dijo que quería veranear en la playa. Yo era de Granada y, bueno, tengo la playa cerquita. Me podía escapar a Almuñécar o a Motril. O si no me quedaba en la Piscina Granada, que era una piscina de mi amigo el pintor Juan Vida. Pero ella quería playa. Entonces yo le ofrecí Rota. Porque en Rota se fugaron Alberti y María Teresa León cuando se enamoraron y porque en Rota recibieron la noticia de la llegada de la Segunda República", recuerda García Montero.

El autor de poemarios clave para la historia reciente de nuestra literatura –Habitaciones separadas, Completamente viernes– alberga inolvidables recuerdos de Rota. De veranos cuyas reuniones se formaban en torno a una guitarra, en torno al cante. Con Caballero Bonald o con Ángel González, con Joaquín Sabina o con Benjamín Prado, con Felipe Benítez Reyes o con Ángeles Aguilera. "Recuerdo un mediodía en el que estábamos haciendo la comida. Estábamos en el patio, hablando de El Quijote, y Joaquín Sabina le puso problemas al libro, pues decía que tenía intersecciones de novelas, que le aburrían, que se las saltaba… En ese momento salió Almudena al patio y dijo: Quien se vuelva a meter con Cervantes y con El Quijote se queda en la calle sin comer", rememora el poeta, y añade: "También recuerdo ahora esos vecinos que se quejaban cuando Sabina cantaba por las noches".

La fiesta entre amigos, copas, reencuentros, celebraciones. "El verano es un tiempo para destacar la alegría de la vida y el valor de la vitalidad", reflexiona García Montero. "Es una época en la que se puede convivir con el tiempo libre, es decir, con el tiempo para pensar, con el tiempo para la creación. En ese sentido, los veranos son épocas muy productivas", prosigue.

"Es una época en la que se puede convivir con el tiempo libre, es decir, con el tiempo para pensar, con el tiempo para la creación"

Ese paréntesis en las obligaciones de las rutinas favorece el desarrollo de la producción literaria. La mecánica del tiempo veraniego es otra. Más pausada, más propicia para iniciar una nueva obra. Luis García Montero se encuentra en estos meses de verano trabajando en una versión de Hécuba, la tragedia del poeta griego Eurípides. Del mar Egeo a la bahía de Cádiz. De nuestra contemporaneidad a la antigua Grecia. Y todo ello –espacios y tiempos– unidos por el lenguaje de la literatura.

"Ahora estoy haciendo una versión que me encargó José Carlos Plaza de la tragedia de Hécuba, de Eurípides, la cual se tiene que estrenar en el Festival Clásico de Mérida de 2024. Aprovecho las tranquilas mañanas del verano para escribir con libertad y con concentración. Porque durante el año me resulta más difícil, por mis compromisos", relata. "Este trabajo de ahora me resulta de ejemplo para recordar todo lo que he acabado en los meses de verano. En Rota, y en verano, acabé la versión del Prometeo, pero también muchos otros poemarios, como No puedes ser así. En la maleta de los veraneantes siempre está el tiempo libre que uno puede dedicarse a sí mismo. Y en los escritores, dedicarnos a nosotros mismos, es poder dedicarnos a nuestra creación", manifiesta Luis García Montero.

El autor razona sobre los aspectos más relevantes de la obra de Eurípides. "Lo primero que me llamó la atención es cómo dentro del canto al heroísmo se produce una quiebra, y vemos entonces el dolor que causa la guerra, el sufrimiento de la guerra, el dolor de las víctimas". "He tenido la sensación, como cuando he leído a otros clásicos, de que la literatura se mantiene viva porque habla del presente", asegura el escritor. Y continúa: "Un último apunte muy importante para épocas de crispación –como esta que hoy vivimos–: Hécuba se convierte en una perra según la leyenda, porque después de perder a sus seres queridos quiere venganza. En ese sentido, he meditado sobre cómo nos transforma la venganza. He meditado sobre aquello que nos puede hacer cambiar de condición. Es esta una lectura que me está haciendo pensar en nuestro tiempo. En los discursos de odio", concluye.

Charlar sobre el mar, el verano y Cádiz con Luis García Montero es hablar, también, de Rafael Alberti. Maestro y amigo

Charlar sobre el mar, el verano y Cádiz con Luis García Montero es hablar, también, de Rafael Alberti. Maestro y amigo. "El primer día que traté con Alberti fue por una visita que hizo a Granada. Vino a la ciudad en 1980 para dar un mitin. Recuerdo cómo pasaron avionetas que tiraron panfletos con el no a la autonomía andaluza. Y recuerdo la frase de Rafael cuando cortaron su intervención con un vuelo bajo. Dijo: Esto es una gran hijoputada. Esa noche el departamento de Literatura de la Universidad de Granada organizó una cena. Yo entonces era alumno colaborador, estaba acabando la carrera, pero me invitaron. Desde entonces establecí una relación especial con Rafael". "El mar. La mar. / El mar. ¡Sólo la mar! / ¿Por qué me trajiste, padre, / a la ciudad? / ¿Por qué me desenterraste / del mar?", escribió Alberti en Marinero en tierra. Unos versos que sugieren una interpretación distinta de la que suele hacerse al leerlos. "Alberti me dijo que ese poema hablaba del hombre desarraigado, del momento de crisis que se vivía, de la transformación del mundo urbano, que cortaba las raíces del mundo rural. Pero lo cierto es que Rafael estaba encantado de vivir en Madrid, donde se movía la vida cultural", explica García Montero.

El mar está presente en la obra de un poeta nacido en Granada y residente en Madrid. Así en el libro Un jardín extranjero o en Completamente viernes. También en su último poemario, Un año y tres meses. "En el primer poema de ese libro escribo que salgo a caminar a la orilla del mar. A mi mujer le acaban de diagnosticar un cáncer y está en tratamiento. Por tanto, no puede tomar el sol, y tiene que salir cuando este se está ocultando. El poema es la reflexión en torno a ese crepúsculo –el del cáncer y el del propio día–. Concluyo recordando un verso de Góngora: Dejadme llorar, / orillas del mar. Aunque lo cambio diciendo: Dejadme soñar / orillas del mar, pues esperábamos que Almudena se recuperase de su enfermedad". Con estas palabras se despide, emocionado, Luis García Montero.

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