Algunas cosas oscuras y peligrosas | Crítica

Confundir al enemigo

  • En un libro que tiene tanto de ensayo como de autobiografía camuflada y novela, Servando Rocha realiza un recorrido por la historia (en general ambigua, mística e inquietante) de la máscara

Imagen de 'V de Vendetta', la película que adaptó el cómic de Alan Moore; la careta de su personaje es hoy usada para todo tipo de protestas contra el sistema.

Imagen de 'V de Vendetta', la película que adaptó el cómic de Alan Moore; la careta de su personaje es hoy usada para todo tipo de protestas contra el sistema. / D. S.

Como bien indica Servando Rocha en la extensa introducción a su texto (llamarlo ensayo, o novela, o autobiografía camuflada, pecaría seguramente de parcialidad), múltiples son las obras que, desde perspectivas diversas que van de la antropología a la psiquiatría, pasando por la historia de la indumentaria, se han consagrado a la máscara. Compañera del ser humano desde los tiempos atávicos de la caverna y el sílex, hermana menor, a menudo terrorífica, del jabalí, la osa o el ciervo a los que pretendía imitar, de cuero y piedra y corteza de árbol, retorcida en una mueca diabólica, hierática y plana como el rostro de un dios inmisericorde, la máscara ha sido y sigue siendo testigo de la problemática relación que este homo sapiens que somos mantiene consigo mismo y con los que le rodean. La ambigüedad de su posición resulta evidente ya desde sus propias intenciones, que nunca han quedado claras del todo: pues la máscara permite que uno sea otro, pero también borra a uno bajo algo que no es.

Rocha prefiere dejar de lado, al menos en parte, estas derivas académicas y centrarse en otro tipo de aspectos. Lo que le interesa, nos confiesa en las páginas iniciales de su exhaustivo tomo, no es tanto el pasado de la máscara como su protagonismo reciente: no pretende hacer arqueología ni remontarse a tribus distantes, sino traer a la luz el papel de tan inquietante artefacto en la cultura popular del último siglo y medio. Así, Algunas cosas oscuras y peligrosas se convierte, según su propia contraportada advierte, en una prolija galería de terroristas, magos, anarquistas y enmascarados: todos aquellos que, desde los ángulos a veces menos opuestos de lo que podría pensarse del arte de vanguardia, la secesión política y racial, la lucha contra el sistema, la mística callejera, la industria del entretenimiento, han elegido cubrir sus rostros, o adoptar otros distintos para confundir al enemigo. O Enemigo, con mayúscula, porque en la mayor parte de los casos todos los golpes apuntan en la misma dirección: aquel poder centralizado y totalitario que busca identificar a sus súbditos, tenerlos bajo control, dominarlos mediante el registro de su fisonomía, de su aspecto, del perfil único que avala su carné de identidad. En primer lugar, viene a decir Rocha, enmascararse es un acto de rebelión contra quien nos obliga a ser lo que somos, lo que debemos ser.

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro. / D. S.

Pero, como queda dicho, la máscara es un objeto ambivalente, y su afán libertario no siempre prima sobre otros. Si bien, tal y como documentan diversos capítulos de este libro, pudo servir de canal para conducir las sucesivas rebeliones de dadaístas, zapatistas, brigadas de terrorismo de extrema izquierda, chirigotas de carnaval o practicantes de la cacerolada y el escrache, también ha sido usada como parapeto por el odioso Ku Klux Klan o el atracador de bancos. La idea subyacente a la exposición del autor, a mi modo de ver, puede sintetizarse del siguiente modo: hay un fondo secular de irracionalidad en el ser humano que se manifiesta, intermitente y repetidamente, sobre la pátina de cultura con que le ha revestido la civilización; en momentos de crisis espiritual, como resultado de una quiebra de valores, una guerra, una bancarrota, un seísmo económico o social, esa fuente irracional asciende e irrumpe en el escenario; la violencia puede adoptar los diversos avatares de bandas de forajidos, justicieros de ficción, grupos de arte alternativos, mesías de religiones desconocidas; la máscara formará parte obligatoria de la parafernalia de todos esos elementos, de todos aquellos que, hartos del orden imperante, humillados y ofendidos por un sistema que impone arbitrariamente sus sistemas de normas, buscan desbancarlos y establecer otros nuevos.

De modo que es la máscara lo que unifica a los luchadores sureños vestidos como nazarenos, a Batman y su antifaz de orejas puntiagudas, a Guy Fawkes en la V de Vendetta de Alan Moore, multiplicado por el cine y las caretas de Anonymous, al subcomandante Marcos y las prostitutas venecianas del siglo XVIII, a Hugo Ball y Emmy Hennings haciendo el mamarracho en las noches zuriquesas del Cabaret Voltaire, al chamán siberiano en su vuelo mágico y el activista antisistema que, bajo la lana del pasamontañas, apedrea sin reparos a la policía barcelonesa. Todos, buenos y malos, luchan contra la voracidad del Gran Hermano, contra el deseo, latente siempre en el poder, de controlar a las masas y mantenerlas bajo el rayo ubicuo de su visión. La máscara, se nos viene a decir, nos permite un último reducto de libertad verdadera: la posibilidad de sustraernos a lo que la autoridad nos ordena que seamos para ser, por nosotros mismos, lo que la fantasía o el arbitrio nos sugieran llegar a ser.

El escritor canario Servando Rocha (Santa Cruz de la Palma, 1974). El escritor canario Servando Rocha (Santa Cruz de la Palma, 1974).

El escritor canario Servando Rocha (Santa Cruz de la Palma, 1974). / D. S.

Una de las peculiaridades del texto de Rocha es su método de exposición y avance. Lo que en manos menos aventuradas habría desembocado en una secuencia de fechas, nombres, grandes épocas o epígrafes autoconclusivos, se libera aquí a la repetición, al eco, a temas, personajes, escenarios que van y vuelven, sin poner nunca el punto final definitivo. Artistas, asesinos, filósofos, héroes de historieta, músicos pop, comparecen una vez y otra, prestando nuevos matices a los argumentos en cada una de las páginas a las que se asoman, convirtiendo el libro en una espiral continua. Y que parece avisarnos de que la historia de las máscaras no está cerrada del todo, ni muchísimo menos, y que le queda por delante tanto como a esa otra, la del descontento o la insatisfacción humana, a la que sirve de marco.

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