De libros

Un hermoso desastre

Por fortuna, tanto las Ciudades en marcha de Toynbee como La ciudad en la Historia de Mumford se equivocaban. En ambas obras se respira un aire de catástrofe que la Historia misma se ha encargado de disolver en el tempo cálido y arbitrario de las ciudades. Para acercarse a Nueva York, entiéndase que literariamente, quizá sea más oportuno leer las obras que le dedicaron Camba, Morand y G. K. Chesterton; o acudir a las novelas de Wharton, Hammett, Dos Passos, Miller, etcétera, donde la ciudad se ofrece como urgente mecano y ara sacrificial de la modernidad, y cuyo esplendor acaso coincida con la primera mitad del XX. También en la pintura de Hopper es fácil adivinar el reverso de ese mito urbano, donde la soledad se expresa con limpieza de líneas y un colorido intenso, compacto, estatuario.

Este libro de Javier Reverte no se explica sin esa previa mitología de la ciudad, que hizo de Nueva York una suerte de Babilonia de ultramar, donde la libertad (libertad económica, social, religiosa, sexual, ideológica, cultural...), se revistió para el mundo de un frenesí ignorado. No parece que quede mucho de aquella hora cenital, que coincide con la Era del Jazz y las novelas de Scott Fitzgerald. Y sin embargo, como vasta y ordenada metrópoli, la New York que aboceta aquí Javier Reverte atesora no pocas de sus viejas virtudes: el cosmopolitismo, el estrépito, la calidez y cierto aire pueblerino, como de ciudad de provincias, que ya había señalado Pla cuando estuvo allí mediado el XX. En esa misma tradición, la del mejor periodismo viajero, Reverte ofrece aquí una mirada ligera y entusiasta, diestra y bienhumorada, que no ignora la abundante literatura que se ha escrito sobre la ciudad, pero que se oculta pudorosamente en servicio del relato.

En última instancia, es esa erudición inabarcable sobre Nueva York la que nos indica que no estamos ya ante un mundo extraño y vertiginoso -ante el "hermoso desastre" de Le Corbusier-, sino ante el melancólico vestigio de aquello que se llamó, hasta ayer mismo, el Nuevo Mundo.

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