Salvador Gutiérrez Solís. Escritor

"Esta novela ha sido un hermoso desafío"

  • El autor cordobés realiza un homenaje a la música y a la cultura popular en 'Biografía autorizada', una novela en la que ofrece una visión detallada de la industria discográfica.

Una atípica estrella de rock que se enfrenta al reto de componer su álbum más íntimo protagoniza la nueva novela de Salvador Gutiérrez Solís, Biografía autorizada (La Isla de Siltolá), a la venta a partir de la próxima semana.

-¿Qué representa esta obra en su trayectoria?

-Estoy plenamente convencido de que se trata de un paso adelante, en todos los sentidos. En cada novela me planteo nuevos retos, recorrer caminos que me son desconocidos, desafiarme. Y esta novela ha sido un gran y hermoso desafío. En primer lugar, desde un punto de vista emocional, ya que recupero al niño y al jovencito que un día fui, recorriendo la noche cordobesa por primera vez, esos garitos modernos que hoy forman parte de la mitología urbana, recuperando imágenes de mi pasado que, como siempre, he reinterpretado. En segundo lugar, porque se trata de una novela que tenía planeado escribir desde hace tiempo y que me ha llevado varios años de redacción. Siempre he tenido claro que quería escribir una novela musical, a modo de homenaje, por tantos años de estable y permanente compañía, por tantas emociones y sensaciones que me ha reportado y también, y espero que no suene pretencioso, por trasladar la música a la narrativa de la manera que se merece. Siempre me ha llamado la atención que apenas abunde la narrativa rock, a pesar de ser una referencia cultural para varias generaciones. Soy consumidor y coleccionista de libros musicales, y normalmente lo que te encuentras son las típicas biografías, autorizadas o no, en las que se enumeran y se repiten hasta la saciedad los tópicos que componen la leyenda del rock, olvidándose de la persona, de lo que sucede cuando los focos se apagan. Biografía autorizada se adentra en la intimidad de la estrella de rock, nos muestra a la persona que se esconde tras las gafas de sol.

-¿Cómo surge este protagonista? ¿Qué tipo de anclajes tiene en la realidad?

-La novela, la chispa que encendió la mecha, surgió de una entrevista que leí hace unos años en una revista musical a un rockstar español. Afirmaba que la mayoría de las veces, antes de subir al escenario, sentía angustia y deseaba con todas sus fuerzas tener una vida común, con un trabajo de ocho a tres. Esa confesión me conmovió, y me ofreció una pista con la que abordar la personalidad de Carlos J. También surge de mi propia experiencia. A mediados de los 80 formé parte de un grupo musical, Expediente de Krisis. Ofrecimos un par de docenas de conciertos, tal vez más, llegamos a actuar en escenarios más que aceptables como el Teatro de la Axerquía de Córdoba. Fue una experiencia inolvidable, que nunca he podido ni querido olvidar. El local de ensayo, componer canciones, las influencias, los discos de importación, las casetes grabadas por un pinchadiscos de moda, la magia del directo, todo eso que sentí y viví aparece en la novela, por supuesto, así como muchos de los personajes del momento. Aunque he de decir que he recuperado las emociones, las sensaciones, y no tanto la veracidad. Todos nos llevábamos muy bien en el grupo, lo pasábamos de fábula, era lo más parecido a vivir un sueño, muy diferente a como lo vive Carlos J. en Biografía autorizada... Y también tiene de anclaje en la realidad el hecho de que por la novela desfilan los grupos y solistas más representativos de la música española de las últimas cuatro décadas: Gabinete Caligari, Radio Futura, Alaska, Pata Negra, Bunbury, Calamaro, Rot, 091, Vetusta Morla, Los Planetas, Lori Meyers, Quique González y cien más... Curiosamente, un personaje que aparece con frecuencia en la novela, y que llega a protagonizar algún capítulo, es José Antonio García Pitos, el cantante de 091, que era el ídolo juvenil de Carlos J. Imagina cuando esta semana se ha anunciado el regreso de 091 a los escenarios, coincidiendo con la llegada de la novela a las librerías... Una maravillosa coincidencia.

-¿Qué visión ofrece de la industria discográfica?

-Si respondo a esta pregunta temo que algún lector me denuncie por spoiler. He tratado, en cualquier caso, de ofrecer una visión amplia y detallada de lo que es el mundo o planeta musical. En este sentido, la novela tiene mucho de pedagogía musical, de explicar transiciones musicales, modas, orígenes de bandas, referencias, que en demasiadas ocasiones pasan desapercibidas. Pedagogía, pero desde la amenidad, desde el humor, para explicar las tendencias musicales de los últimos 40 años, de las hombreras ochenteras a la barba hipster actual, y pedagogía para explicar la evolución que se ha producido, sobre todo, en la información y las nuevas tecnologías, de la BASF de 90 al iPod actual.

-¿Qué pasarelas cabe establecer entre esta obra y novelas anteriores suyas?

-Como antes mencionaba, esta novela, como la mayoría de las mías, parte de un reto, de un desafío conmigo mismo: no repetir la misma novela una y otra vez, que es una tendencia característica de la narrativa española contemporánea. En cierto modo, y es una reflexión producto de tu pregunta, tal vez Biografía autorizada cierre el ciclo de una trilogía que nunca diseñé previamente, y que comienza en El orden de la memoria, prosigue con El escalador congelado y culmina con esta novela. Una trilogía en la que abordo la relación del hombre con este tiempo que nos ha tocado vivir. Un tiempo de aparente interconexión, de velocidad, pero también de aislamiento, de soledad. Un tiempo que cuenta con nuevas aristas, en forma de incertidumbre y desolación, que nunca llegaron a conocer las generaciones anteriores y que tal vez no conozcan las venideras. O eso quiero creer.

-¿La cultura está cada vez más ausente en la sociedad?

-No lo creo. En primer lugar porque tendemos a englobar la sociedad como un ente unitario y global, carente de personalidad, como si contempláramos una manada de borregos clonados, exactamente iguales los unos a los otros. Y la nuestra es una sociedad muy diversa, muy amplia, muy diferente en cuanto a inquietudes y aspiraciones y muy diferente ante los posicionamientos. Hay una sociedad, o una parte de la sociedad, que con toda seguridad no es la mayoritaria, desgraciadamente, que exige, busca y encuentra una televisión de calidad, literatura que no sea un best-seller facilón o música que la conecte con las vanguardias. Esa parte de la sociedad, que durante mucho tiempo fueron los "raros" a los que canta Love of Lesbian en su canción, hoy son muchos, muchos, y llenan las salas de cine y de conciertos.

-Y en la actualidad, ¿cómo se dirime socialmente la relación o el choque entre la cultura popular y la alta cultura?

-Con frecuencia soy incapaz de diferenciar la alta cultura de la cultura popular, creo que vivimos un tiempo en el que las fronteras se han difuminado hasta el punto de ser prácticamente imperceptibles. ¿Se recordará True Detective dentro de 20 años como El padrino de esta época, y el último disco de los Arctic Monkeys tendrá la consideración del Abbey Road de los Beatles en 2045? Tendremos que esperar unos años para obtener esas respuestas, pero cabe la posibilidad, y sería relativamente fácil buscar más ejemplos. Muchas referencias culturales ineludibles que hemos asimilado del pasado partieron de la cultura popular, fueron un elemento de consumo al alcance de un público mayoritario, y no sólo para un pequeño sector de la intelectualidad. El rock es uno de los grandes ejemplos de lo que supone el afianzamiento y repercusión de la cultura popular.

-¿Qué canciones componen la banda sonora de su vida?

-Me siento absolutamente incapaz de establecer una banda sonora de lo que ha sido mi vida hasta ahora. En primer lugar, porque escucho música desde muy pequeño, en un principio inducida por mis hermanos mayores, Beatles, Dylan, Stones, Serrat o Víctor Jara, y posteriormente escogida ya por mí. Sí recuerdo perfectamente los dos primeros discos que compré, dos singles: Golpes de Gabinete Caligari y Otra dimensión de Alaska y los Pegamoides. Y también me recuerdo escuchando Radio 3 a todas horas, con el radiocasete al lado, preparado para grabar una nueva canción en cualquier momento. En eso no he cambiado tanto, realmente, pero ya no se graban los programas, se escuchan los podcasts. Toda esa evolución aparece con nitidez en la novela. Con la música me sucede lo mismo que con la literatura, el cine o la pintura: siento predilección por aquellos creadores que yo califico como puros. Es decir, artistas que en un momento concreto fueron capaces de crear algo diferente, único e irrepetible, en multitud de ocasiones reinterpretando a creadores y creaciones del pasado hasta construir una personalidad propia. Yo siento predilección por los orígenes, y por eso admiro a Dylan, los Stones, The Clash, Prince, Depeche Mode o Arctic Monkeys, o a Gabinete Caligari, Pata Negra, 091, Extremoduro, Calamaro, Bunbury, Los Planetas, Lori Meyers o Ricardo Vicente...

-Con esta novela, además, cambia usted de editorial. ¿Cómo ve la apuesta de La Isla de Siltolá por la narrativa?

-Me bastó una conversación de cinco minutos, el tiempo de fumarnos un cigarrillo, con Javier Sánchez Menéndez para saber que La Isla de Siltolá era la editorial apropiada para publicar esta novela. Cada obra necesita su lugar apropiado, un espacio, una forma de ser tratada, y La Isla de Siltolá le ofrece todo eso y mucho más a Biografía autorizada. Debemos tener en cuenta que se trata de una novela que no sólo transita por cauces estrictamente literarios, y eso requiere un tratamiento especial. Te puedo asegurar que Siltolá va a ofrecer un plus de calidad a la narrativa española, y en muy poco tiempo lo vamos a percibir.

-Lleva ya más de tres lustros de creación literaria. ¿Qué balance hace de su trayectoria?

-No soy muy de balances ni de evaluaciones, y mucho menos conmigo mismo. Además, me temo que me costaría hacerlo, por falta de objetividad y porque tengo la impresión de que durante estos más de 15 años nunca he estado en el mismo lugar. No he sido el mismo escritor. Si miro hacia atrás, que no me gusta especialmente porque el futuro me parece infinitamente más interesante, contemplo hasta tres escritores diferentes. Uno inicial, disperso, tratando de buscarse, hasta La novela de un novelista malaleche, donde empezó a encontrar su voz; un segundo, desde esa novela hasta El orden de la memoria, que investiga en las palabras y en las técnicas narrativas; y el actual. Ahora escribo bastante menos que antes, porque tengo más claro lo que quiero contar y, sobre todo, cómo quiero contarlo. Y con toda seguridad, en el futuro no seré el escritor actual.

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