UNOS MESES DE VIDA | CRÍTICA

En la vida de Michel Houellebecq

Michel Houellebecq.

Michel Houellebecq. / D. S.

Me parece que los grandes escritores son aquellos capaces de convertir un tópico en una idea original y levantar a base de lugares comunes ese mundo sorprendente y nuevo de la escritura. Limpiar la casa, dejarla irreconocible. Esto sí que es un tópico, se podría objetar con razón, pero es lo que ha hecho Houellebecq en Unos meses de mi vida, editado por Anagrama y traducido por Jaime Zulaika. Y además lo ha hecho en pocas páginas, unas ciento quince, y a expensas de dos de los grandes lugares comunes de la civilización que hoy reconocemos como tal: el islam y el porno. Houellebecq ha sido víctima a partes iguales de sí mismo y de un estado aparentemente natural de las cosas que, incluso si hubiera preferido rehuir la polémica, lo hubiera acabado tratando igual (de mal). Es curioso, aunque quizás no paradójico, que el escritor francés más reconocido hoy fuera y dentro de Francia esté abiertamente enfrentado a todas sus instituciones, e incluso habrá quien vea una sombra de sospecha en que sea justo a él, al más odiado, al que mejor le va, como si el mundo fuera el aparato coherente que reparte castigos o prebendas en que creen los utópicos. Unos meses de mi vida es un viaje lúcido al pensamiento incómodo, de la mano de una persona herida que se ha lanzado a la reconstrucción de su imagen pública y a sobrevivir.

Este libro no es una novela, aunque podría serlo. Narra los acontecimientos que amargaron la vida de Michel Houellebecq entre octubre de 2022 y marzo de 2023 hasta el punto de llevarlo a un lamentable estado anímico del que pretende recuperarse a través de la escritura, una vez descartada la venganza. Antes de nada, hay que aclarar el estado civil de Houellebecq en lo que a política se refiere. Houellebecq no es de izquierdas, lo que en un sistema literario como el francés te sitúa directamente en la ultraderecha, sin dar cabida al pensamiento libre o a las ideas propias. En verdad, el primer problema de Houellebecq es orgánico, en muchos sentidos. Poca gente presta atención a sus opiniones, y él mismo reconoce que piensa lento y que le cuesta formularlas.

Francia vive angustiada, y esto lo estamos viendo estos días, por la integración de una gran parte de los hijos y nietos de la inmigración magrebí, y muy especialmente por su propia actitud ante el islam, que intenta encajar entre los pilares laicistas de la República. El tema es preocupante desde su nacimiento en la época colonial, pero ahora no nos interesa entrar en ello; nos interesa que este es el contexto en que Michel Houellebecq dio una entrevista a Michel Onfray, celebridad turbulenta de las letras francesas. De estas declaraciones, que después la revista en que se publicaron no le permitió retirar o corregir, se desprendía claramente que el entrevistado vinculaba islam y delincuencia. Hubo un gran escándalo.

Houellebecq dedica una parte de 'Unos meses de mi vida' a aclarar su relación con el islam, tras reunirse con el rector de la Gran Mezquita de París

Houellebecq dedica una parte de Unos meses de mi vida a aclarar su relación con el islam, después de haberse reunido con el rector de la Gran Mezquita de París, que en buena lógica había protestado, y a corregir de forma explícita los párrafos de aquella entrevista. El error, reconocido, desemboca en una reflexión muy interesante sobre la democracia, la revolución y el espacio de las religiones. Con la fatalidad que le caracteriza (recordemos Plataforma o Sumisión), Houellebecq ha publicado este libro en un momento en que puede ser de provecho, sin dejar de provocar.

El segundo gran tema de Unos meses de mi vida es el porno, concretamente una (o una y media) grabación que el novelista protagonizó junto a su mujer y una actriz. Esta película formaba parte del supuesto proyecto artístico de un cineasta holandés, por el que Houellebecq se sintió engañado al descubrir que planeaba explotarla económicamente a través de la célebre plataforma OnlyFans. No es que Houellebecq no quisiera nada con el porno, es que tenía sus propias ideas al respecto, más cerca de la exposición generosa de la sexualidad que de la pura transacción de dinero.

Este libro invita, o a veces casi obliga, a redefinir la imagen de Michel Houellebecq que hemos ido forjando a través de sus novelas y declaraciones

Este episodio se ha instalado como un pasaje verdaderamente trágico en la vida del escritor. Después de intentar la vía judicial, Houellebecq ha decidido contarlo. Aquí sí asistimos a un verdadero desahogo, pero también a algo mucho más importante. Estamos acostumbrados a que los personajes de Houellebecq hablen de sexo y protagonicen escenas sexuales turbias y desencantadas; es eso que se llama "marca de la casa". Pero aquí es distinto. Yo no había leído nunca en sus libros una defensa tan apasionada del sexo y del amor como la que ocupa las páginas de Unos meses de mi vida, acompañada incluso de prácticos consejos.

Este libro invita, o a veces casi obliga, a redefinir la imagen de Michel Houellebecq que hemos ido forjando a través de sus novelas y declaraciones. Pero no hay que esperarse un sutil ensayista conocedor de las técnicas de la evitación, sino todo lo contrario: un escritor que entra en serio, y tal vez sin medir del todo las consecuencias, a intentar comprender los problemas de su tiempo.

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