El Málaga cayó anoche eliminado de la Copa del Rey, un torneo abominado por todos pero que cada vez que alza el telón despierta el interés de los aficionados. Es la magia de una competición que ayer golpeó el ánimo de los blanquiazules en un partido en el que los jugadores de Muñiz nunca pudieron igualar el ritmo impuesto por el Racing. El encuentro se volvía a presentar como una magnífica oportunidad para calibrar el nivel de la unidad b, la formada por los teóricos suplentes, que sí salió airosa de las batallas ante el Celta de Vigo y el Tenerife.

Sin embargo, anoche la exigencia era mayor. Enfrente tenía a un equipo en el que su entrenador, el admirado Marcelino, apenas rotó a su plantilla por la escasez de recursos con los que cuenta. Pero el Racing volvió a evidenciar ayer que atraviesa uno de los mejores momentos de su historia. En un encuentro en el que siempre dio síntomas de la superioridad que conlleva jugar contra un equipo de Segunda, los cántabros se impusieron a un Málaga que se queda a las puertas de rozar su éxito más reciente en el torneo del KO. Con Juande Ramos en el banquillo (Muñiz era ya su segundo) el Málaga cayó en los cuartos de final ante el Celta con tres goles de Vagner. Ayer fue Iván Bolado el que cercenó el sueño copero del Málaga con su tanto en los primeros minutos del partido.

Desde el primer minuto del encuentro el conjunto de Marcelino llevó toda la iniciativa. Colsa y Jordi superaban con facilidad al centro del campo donde sólo habitaba Carpintero y tanto Jorge López como Serrano creaban mucho peligro desde las alas. Lo más preocupante es que el Málaga volvió ayer a encajar dos goles tras acciones a balón parado. Muñiz todavía no ha sido capaz de atajar el déficit que presenta la zaga en ese tipo de acciones que, como ayer, son decisivas en un partido. Aunque también es cierto que el guión pudo haber sido diametralmente opuesto si Peragón hubiera marcado el penalti que lanzó con el 1-0 en el marcador. Su error se convirtió en el punto de inflexión del partido porque a partir de ahí el Racing siempre tuvo controlada la eliminatoria.

Sólo en la recta final del primer tiempo el Málaga mejoró su juego y Cheli estuvo a punto de recortar las diferencias tras un excepcional pase de Eliseu, que ayer volvió a demostrar que su rol en el equipo se minimiza cuando juega como titular.

En la segunda mitad el tiro al poste de Serrano y el remate de Jordi, que se marchó por muy pocos centímetros, eran una clara demostración de que en el vocabulario de Marcelino la palabra relajación no existe. Muñiz intentó quemar sus naves y ordenó una defensa formada por tres jugadores con el cambio de Paulo Jorge por Helder. De nada le sirvió la variante táctica al gijonés, que desde la banda veía una y otra vez cómo sus jugadores eran incapaces de leer el partido. En los últimos minutos del encuentro los dos equipos casi daban por bueno por el resultado y el Málaga nunca dio sensaciones de poder igualar el choque.

Y es que la historia volvió ayer a repetirse en El Sardinero. Hace tres temporadas el entonces cuadro dirigido por Gregorio Manzano comenzaba 2005 con una derrota en el Sardinero (2-1). En aquella ocasión la derrota le costó el puesto al jiennense, que horas más tardes fue fulminantemente destituido. El panorama en 2008 es diametralmente opuesto y ahora el Málaga deberá centrarse en su objetivo más inmediato, que no es otro que la lucha por el ascenso. No hay tiempo para las lamentaciones porque el Málaga afrontará en apenas 48 horas su primer partido del año en la Liga ante el Cádiz. En esa competición, como ayer demostró Muñiz con la alineación, el Málaga ha depositado este año todas sus esperanzas para regresar a la Primera División. Lástima que la semana que viene podría haber jugado en La Rosaleda un grande. Todo sea por el ascenso.