Robinho se fue al Manchester City saliendo del Real Madrid por la puerta de atrás. Tres años después de su sonado fichaje, el brasileño deja en la casa blanca un estigma de jugador caprichoso que ha rendido muy por debajo de lo esperado.
Robinho aceptó la oferta del Manchester City porque su cabeza estaba fuera del Real Madrid, en cualquier equipo antes que el blanco, y porque su nuevo equipo le pagará seis millones de euros anuales por cinco temporadas.
Wagner Ribeiro, su representante, también sonrió con amplitud después del acuerdo, pues se embolsaba una comisión cercana a los cuatro millones de euros.
Robinho utilizó la misma fórmula que tres años antes propició su marcha del Santos para fichar por el Real Madrid. Se declaró "en rebeldía", se negó a jugar más con el equipo brasileño y el Real Madrid se lo llevó después de pagar 24 millones de euros. El Real Madrid probó su propia medicina. Mediante esta fórmula, el club blanco había conseguido antes los fichajes de estrellas como Zidane, Ronaldo o Beckham, aunque también tuvo que sufrir la marcha de Makelele.
Pero no siempre le ha funcionado esta táctica. Sin ir más lejos, el Manchester United retuvo a Cristiano Ronaldo hace un mes, frustrando los sueños blancos.
Robinho aseguró que quería irse del Real Madrid "para ser el mejor jugador del mundo". Cuando dijo esto, pensaba en el Chelsea; ahora, deberá pensar en el Manchester City. La realidad es que su paso por el club blanco ha sido decepcionante. Llegó al Real Madrid hace tres años y entonces el club le presentó poco menos que como su respuesta a Ronaldinho, el crack que por entonces deslumbraba en un Barcelona que dominaba en España y Europa.
La presentación de Robinho fue espectacular. Debutó en la Liga española en una visita al Cádiz, el Real Madrid venció por 1-2 y el brasileño fue el gran artífice del triunfo jugando sólo 25 minutos. "Ha nacido una estrella", proclamaron entonces todos los periódicos españoles.
Pero, poco a poco, la estrella se fue apagando. Dejó detalles, cierto es, pero nunca obtuvo la regularidad de los grandes. De hecho, ninguno de los técnicos que tuvo apostó por él como titular indiscutible del Real Madrid.
Al tiempo, llegaban rumores sobre su presunto gusto por la noche y hasta se llegó a rumorear hace año y medio que el jugador se presentó borracho a un par de entrenamientos. El club nunca desmintió estos comentarios.
De hecho, los directivos blancos nunca tuvieron en demasiada estima al brasileño y al comienzo de la pasada temporada preguntaron a Bernd Schuster, su entrenador, sobre la posibilidad de traspasar al brasileño. El técnico alemán lo rechazó y Robinho continuó de blanco.
La pasada temporada terminó con Robinho por detrás del holandés Robben, titular en el último tramo de la campaña. Entonces, el brasileño comenzó a estudiar la posibilidad de irse. Para entonces, el club seguía evitando reunirse con sus representantes para renegociar su contrato.
¿Y ahora qué? Sólo el tiempo dirá quién salió adelante y quién quedó atrás. En principio, parece una historia con muchos vencidos y pocos vencedores.
Porque el Real Madrid pierde un jugador de talento en ataque, y no tiene muchos así actualmente. Y porque Robinho ficha por un equipo que no está en la elite europea, que no juega la Liga de Campeones. Un desenlace extraño para una historia muy difícil de explicar.
En contrapartida a su forzada marcha, en el entorno blanco no se llora al jugador, todo lo contrario. Se recuerdan sus llantinas para forzar su salida y se respira un aire de alivio.
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