El Barcelona sufrió, mucho más de lo esperado, para ganar a un Estudiantes en estado puro, luchador, valiente, corajudo y que, sin embargo, suma su quinta derrota consecutiva en cinco jornadas, igualando su peor arranque de siempre.

Los colegiales comenzaron el partido muy enchufados, sabedores de que sus teóricas mínimas opciones pasaban por jugar al ciento cincuenta por ciento desde el primer al último segundo.

Popovic, por parte estudiantil, y Navarro, por los barceloneses, llevaron la voz cantante en las primeras anotaciones. El Barcelona dio siempre sensación de superioridad física y técnica, pero los locales a base de intensidad, de lucha en los rebotes y de ganas, se resistieron a dejar el camino expedito al rival.

El Barcelona dominó el marcador casi todo el tiempo, pero no acabó de romper el partido y los colegiales, haciendo la goma, se acercaron a la menor oportunidad, hasta el punto de que consiguieron llegar al descanso con tablas en el luminoso, 40-40.

En los últimos diez minutos, cada vez que el Barcelona daba la sensación de que se iba a despegar en el marcador aparecía una canasta milagrosa local. La victoria se decantó del lado del Barcelona por puro peso específico y calidad.