Ciclistas encerrados y una crono como chupinazo

Ver a ciclistas hacer su trabajo por el recorrido de los encierros taurinos más conocidos del mundo y acabar en un ruedo no es habitual. Los 848 metros que separan los corrales de la plaza de toros de Pamplona confinaron a los 22 equipos en la parte final de una contrarreloj que supone el chupinazo a la Vuelta.

Con esta mezcla de Pamplona, ciclismo y tauromaquia es inevitable acordarse de Ernest Hemingway, quien universalizó las tradiciones y fiestas de esta ciudad. Y Pamplona, inmersa en plena ola de calor, se dio un festín. Y es justamente lo que hizo el ciclismo con esta original etapa de recorrido y final inéditos. Lo más parecido fue la llegada de la ronda española al estadio Santiago Bernabéu en el año 2002, pero la meta de Pamplona tuvo connotaciones mucho más singulares por el firme del último kilómetro de recorrido, adoquín y loseta.

Ayer casi era San Fermín en la capital de la Comunidad Foral, porque Pamplona se vistió de fiesta grande. Sin subalternos, ni trajes de luces, ni estocadas hasta la bola pero sí con borceguíes, con cascos y con maillots de mil colores.

Para completar el cuadro, el Caja Rural echó a rodar con una equipación que causó sensación entre los pamploneses por las connotaciones que tiene. Abandonó por un día su histórico verde para homenajear a Pamplona y Navarra con el traje típico de las fiestas de la comunidad vestidos de mozos. Ver entrar en la plaza de toros a nueve ciclistas con un maillot que emula al de los pamplonicas rompió todos los moldes.

Los responsables de la Vuelta siguen tirando de originalidad en los últimos años: contrarreloj nocturna en Sevilla (2010), una salida desde el circuito del Jarama (2011) o adelantar fechas con el objetivo de atraer la atención. Esta vez el inicio de la carrera debe convivir con el inicio de la Liga de fútbol, lo que no restó lustre a una prueba con el itinerario y la participación más relevantes en varias décadas. El ciclismo, unido a las innovaciones, sigue arrastrando a las masas.