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Cura de humildad en un extraño partido

  • Locura El Málaga cae ante el colista en un partido con dos remontadas, dos rojas y dos penaltis Irónico El 0-1 despertó la mayor voracidad de los de Muñiz y el 2-1, con superioridad numérica, les hizo bajar el pistón y caer víctima de sus desatenciones

Es raro presenciar un 2-4, máxime cuando el autor de la victoria es un colista ciego a domicilio. También que haya un par de penaltis, expulsiones y remontadas en 90 minutos. Toda esa vorágine de extrañezas descubre una explicación bien paradójica: el Málaga empezó a ganar el encuentro cuando el Xerez se puso con 0-1 y opositó a perderlo en cuanto lo remontó ante un rival que se quedó con diez. Ahí lo inexplicable que luego ocurrió comenzó a tener sentido. "En el fútbol uno nunca termina de aprender", concluyó Munúa tras la ducha.

Resulta más fácil desgranarlo desde un punto de vista mental. El tempranero tanto de los azulinos fue un inesperado aliado. Si alguno acudía relajado a la cita pronto se apretó el nudo de la corbata. Fue como afrontar la vuelta de una eliminatoria con 0-1 en contra. Surtió efecto el aguijón en el culo de Momo, porque el Málaga se desplegó hacia Chema con el cuchillo entre los dientes, volviendo a ser ese equipo incisivo que no entiende de la entidad del rival de turno.

Pronto, a base de ocasiones concatenadas, el Málaga sembró una inercia ganadora. En el minuto 28 nadie dudaba de la remontada: en una misma jugada de rebotes hasta cuatro ocasiones claras dispusieron los de Muñiz, la más frustrante una en que Chema despejó como pudo a la madera un chut de Duda.

Caicedo creaba innumerables grietas en la zaga xerecista, unas veces para usufructo propio, otras para llegadas de segunda línea. Toribio sacaba a su equipo de atrás y Valdo y Duda escribían zigzags para abrir el campo. El Málaga creía y creaba, la gravedad se tenía que poner de su parte antes o después. El premio a la voracidad fue para el luso, que a cuatro del intermedio hizo aflorar un gran pase para Caicedo que éste le cedió para que firmara su propia obra. El partido ya tenía una pinta más lógica.

Los de Muñiz reaparecieron del vestuario con la misma hambre e inteligencia emocional. Salieron a comerse al Xerez y pronto cayó la segunda manzana del árbol. Antes Francis casi se dispara en un pie (47') y Caicedo mandó un cabezazo al aire que hubiese hecho justicia a su gran recital de movimientos tácticos en el partido (54'). Valdo culminó la faena con un cabezazo oportunista en el segundo palo tras otra jugada de embotellamiento del rival. El tanto alejó los fantasmas de la sorpresa.

Entonces ocurrió una de las expulsiones más fugaces que se recuerdan, algo tan veloz como lo de Obinna en Santander, pero con final dramático para el Xerez. Armenteros salió como una exhalación al campo y en su primera jugada despegó el codo más de lo éticamente permitido. Eso al menos entendió el discutido Velasco Carballo, que lo mandó al vestuario sin haber tocado siquiera el balón.

El panorama abrió un oasis de optimismo que poco después se reveló como espejismo. El Málaga no perdió el protagonismo de las ocasiones y siguió bautizando el estreno en Primera de Chema con más y más remates, pero ahora con un matiz más anárquico. Las jugadas acabaron con más egoísmo y menos velocidad. Parecía que los jugadores querían gustarse antes de sentenciar. Y ciertamente la sensación era de que el colista ya había entregado su cuchara, pero los de Muñiz pusieron al Xerez en pepitoria antes de tiempo.

Así que el equipo blanquiazul se desconectó del choque y comenzó a ceder absurdas acciones a balón parado. En el 72' una de ellas derivó en un penalti que Munúa paró por inteligente y paciente, pero que Momo culminó en el manso rechace. El pecado fue doble, porque por el camino cayó la expulsión de Duda, a juicio del árbitro por unas manos voluntarias que ciertamente evitaron un gol, pero a una distancia tan cerca del disparo que cuesta creer la voluntariedad y la rapidez del luso para armar el escudo con sus manos.

Empezó el tercer partido distinto de la tarde y ahí ganó el Xerez porque siguió aferrado a su milagro del balón parado mientras los locales pensaban que la inercia del choque volvería a darle la ventaja y con claros síntomas de que sin su reina sobre el tablero las ideas escaseaban. En pleno conflicto de conciencia Gioda aprovechó otro córner mal despejado (tres xerecistas acudían sin marca al remate) y terminó de confirmar el desencanto. De súbito, toda la magia de ese equipo al alza quedó sepultada. Y mientras Orellana redondeaba el cuarto, La Rosaleda se preguntaba por qué a los suyos se les da tan mal eso de poner la guinda al objetivo de la temporada.

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