Desembalar la magia

Al fin Llegó la noche que tanto esperaba el malaguismo, la primera de al menos seis, ante un Zenit amenazante y que pone un alto listón para empezar. El gran momento de juego del equipo de Pellegrini alienta a conseguir los primeros tres puntos para soñar dentro del grupo C.

José L. Malo / Málaga

18 de septiembre 2012 - 07:02

Una caja llena de magia se abre hoy en Málaga. El embalaje es La Rosaleda. Dentro, como un ánfora de Pandora inversa, se encierran todos los parabienes que el fútbol puede concitar. Emoción, años de espera, ilusión, euforia. Hoy es casi un día de cumpleaños, aunque la tarta es para todos y todos reciben el mismo regalo. Es la Champions, el escaparate que ningún futbolero se quiere perder. La ciudad, huérfana de su himno, vivió la previa ante el Panathinaikos como la propia competición. Aquí ya no hay ambages, comienza lo bueno, lo tantos años soñado y que ahora se ha ganado por derecho. El primero de al menos seis capítulos imborrables.

Con los regalos ya se sabe, o se abren impacientes rompiendo todo lo que molesta antes de saber de qué se trata, o se desembalan meticulosamente para disfrutar del proceso tanto como del presente. Ese equilibrio en los biorritmos será el que impulse al Málaga ante el Zenit, al que le falta nombre y le sobra fútbol. Que domina la escena europea. Filtrado el subidón de adrenalina, hablará el fútbol. Potente y semidesconocido el del ruso, en estado de gracia en clave blanquiazul. Huele a partidazo, pues.

Llegan perdedores los de Spalletti, triunfantes en el fondo y en la forma los de Pellegrini. Nada más que sensaciones, pero alentadoras antes de arrostrar un grupo en el que la historia está en contra del Málaga. Todos son campeones de sus ligas, Zenit, Milán y Anderlecht. La vitrina de trofeos de La Rosaleda tiene mucho que envidiar a las de ellos, aunque ahí está la Intertoto, título oficial, para recordar el espíritu de como un equipo humilde se paseó con estilo y éxito por Europa. Es el mismo al que apela el malaguismo esta noche. El fútbol también les acompañará. El método Pellegrini se encuentra más refinado que nunca.

Con titulares o teloneros, la filosofía se respeta por igual. Y se aplica casi por igual. Con los Isco, Joaquín, Saviola o Toulalan, la vida es más rosa aún. Pero ahí queda el dato de lo que pasó el sábado: sin el francés, sin su ángel de la guarda, el Málaga acribilló al Levante. Eso sí, aun con la máquina funcionando a todo gas se echa de menos al galo, pura cuestión de romanticismo.

Tampoco esta tarde se espera a Iturra como su relevo, a pesar de cuánto eleva el listón el Zenit con respecto al sábado. Portillo, un proyecto de Cazorla, respondió a las mil maravillas en el doble pivote. Su fútbol, su suerte, le escriben en rojo este día. Está llamado a ser titular, a recibir otro doctorado de fútbol en el mejor de los escenarios. Su calidad y su trabajo están respondiendo como para pensar que estará al nivel de lo que exige la noche.

El Zenit llega como un equipo de pura fibra, apuntalado por los años jugando de memoria y el plus que le ha dado Spalletti. Sin Wistel, demasiado pronto para él, con Hulk, amenazante en músculo y pegada. Su portentoso cuerpo, bordeando lo atlético y lo voluminoso, viene a perfeccionar el arte final de la escuadra rusa, entrará por el ojo del aficionado. Pero es el engranaje del Zenit, la conjunción entre la columna vertebral del equipo ruso y de la selección, la que amenaza con aguar la noche. No es el mejor invitado para defender los primeros tres puntos en casa, desde luego. Dicen los que han jugado la Champions que ganarlos es alfombrar sobremanera el pase a los octavos de final.

No obstante, hay serio derecho a pensar en el triunfo. A pesar de la pérdida de efectivos y la improvisada semana de fichajes, el Málaga ha llegado a su culmen de juego. Parte de culpa de ello es ver cómo se desarrollan los automatismos de los jugadores. Isco sabe hacia dónde amagará Joaquín, Camacho sabe donde hay que barrer los espacios que sacrifican los que llegan desde la segunda línea, Demichelis y Weligton ya no son esos vecinos que no podían verse en el portal. Y ahí anda Monreal, convirtiendo su banda en la calle Estafeta. Todo ello delante de la atalaya de Willy Caballero, invicto en Europa, invicto a domicilio, poderosos y serenos sus guantes. Saviola, el último en unirse, no quiere ser menos. Ni decepcionar a Pellegrini. No lo hizo ante el Levante, no hay por qué esperar una versión menor en las noches de Champions, las que vivió casi 50 veces ya.

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