Emboscada de laboratorio (3-0)

El mano a mano entre Real Madrid y Barcelona está alcanzando cotas pasionarias memorables, pero son muchos los cadáveres que va dejando esta liga bipolar. Nos vamos acercando a un modelo como el holandés o el escocés, donde las competiciones locales enriquecen a los más ricos y ponen un freno a todos los demás. En ese paquete sobrante están Deportivo y Málaga, porque el estatus de nuevo rico con el jeque aún se presupone, no se ha visto en el campo. Y esa Liga es la de la picardía, la suerte, la inspiración y, sobre todo, de la optimización de recursos. El laboratorio es un arsenal común para todos ellos. Lotina lo sabe desde hace mucho tiempo. Desde ahí esquilmó a Pellegrini. Con dos tantos gemelos en la primera mitad, el Deportivo metió el encuentro en pepitoria. Córner desde el perfil diestro y penalti de Sandro Silva a Lopo que hace bueno Adrián; córner desde el perfil diestro que Colotto marca ocho minutos después.

El escenario de las conclusiones es similar al de una superproducción americana, con algún estado yanqui representativo devastado por un invasor del espacio, un resentido que busca venganza o una amenaza cualquiera. El Málaga, otra vez en descenso, es ese terreno yermo. El Deportivo, villano de turno, extrajo el botín con una capacidad de explotación petrolífera brutal, dos goles de pizarra en sus dos primera aproximaciones de verdad. Parece que no queda esperanza, el aire está cubierto del polvo que traen las cuitas de la guerra y, de pronto, asoma una silueta misteriosa del héroe que se espera. Su perfil es la figura de Duda. Reapareció. No le dio tiempo a arreglarlo todo en un día, pero trae la esperanza para el futuro.

Suena difícil de explicar ante semejante derrota en lo numérico. Sin embargo, se notó fuertemente la mano del luso, que en su caso tiene forma de pierna zurda. Ni siquiera Tapia, el técnico más enamorado de él de cuantos ha tenido, le dio libertad de batuta en la mediapunta. Lo hizo Pellegrini. No te desgastes mucho para defender, ten libre albedrío para asistir y para lanzar, sé el manantial que necesitamos. Tres meses después, todo a balón parado ocurrió bajo su responsabilidad y el ataque fluctuó en torno a su semáforo. Aún le falta gasolina, así que sólo fue una hora de Duda, la primera de muchas, eso sí. Merece líneas de diagnóstico su retorno por tanto lamento en su ausencia, por la esperanza de crecimiento que representa.

Su crónica no fue la única positiva. Recio y Portillo, otro voto de confianza del técnico, decidieron seguir saliendo del cascarón. Cómo crecen liberados del corsé de la responsabilidad y el respeto. El paleño da lo que antes no hubo, capacidad de desborde por la banda. Enamora ese regate cortito que exhibe, el balón se le pega a la suela o al interior del pie y por eso caracolea como en una cornisa y gira sobre su eje al estilo de un elegante bailarín. Y cuando no, se abre en diagonal hacia el centro, un espaldarazo amigo para que Jesús Gámez corra como le gusta, en marchas altas. Un futbolista con mucha logística Portillo.

El reto de Recio es similar, aunque en sólo dos partidos ya ha liberado grandes dosis de descaro. Su fútbol llega como el té que se va disolviendo poco a poco al abandonar su envoltorio. Desde el principio pidió el balón para empezar a crear con afán, si bien fue tras la reanudación, especialmente tras el adiós de Duda, cuando se convirtió en el vértice del partido. Una gran cantidad de balones pasaron por él, especialmente pisando cancha deportivista. Sorprende la determinación con la que pide el timón, le da igual si es del Titanic. No hay mucho que explicar más allá de la penitencia a balón parado y los buenos propósitos sin remates a Aranzubia. Aunque el margen de error sigue menguando por la pesada mochila pasada.