Balonmano lLiga Asobal

Esperpento consumado

  • La primera plantilla fue a la huelga y el club recurrió a seis jugadores del filial

La primera plantilla del Balonmano Antequera cumplió finalmente con la convocatoria de huelga. Y, tras el último intento fallido por evitarlo del pasado viernes, el club se vio obligado a recurrir a seis jugadores del segundo equipo, el máximo permitido por la normativa hasta el pasado viernes según los cupos adicionales y las licencias libres que poseía, para disputar el encuentro ante el AMAYA Sport San Antonio.

No hubo contrataciones nuevas y se tiró exclusivamente de la cantera hasta donde se pudo. En los 21 años de la Liga Asobal jamás un equipo había llegado a tal extremo. Los numerosos intentos de la Junta Directiva para evitar este sofoco fueron infructuosos y la jornada vivida marcará un antes y un después no sólo en el balonmano antequerano, sino en todo el balonmano español.

Poco se puede contar del encuentro. Con una afición entregada a sus niños, cada gol de los locales se coreó como si se tratara de la final de la Liga. Se pitaron las acciones del rival, los goles de contragolpe, que educadamente ningún jugador celebró. También fue una papeleta para los árbitros y para el rival, que quizá tuvo que jugar el partido más incomodo de su historia, pero su deportividad les hizo pasar casi inadvertidos.

Los jóvenes jugadores del Antequera se lo pasaron bien, disfrutaron, apenas se notaron nervios y alguno demostró cualidades suficientes para, quién sabe, jugar algunos minutos más en la primera categoría del balonmano español en un futuro no muy lejano. Los técnicos se esforzaron por dar instrucciones a sus jugadores, corregir errores y dar mucho ánimo y sólo tiraron de los tiempos muertos para dosificar el esfuerzo físico de sus seis chicos.

El lunes todo debería regresar a la normalidad. Toca reflexionar e intentar acercar posturas para que la esperpéntica imagen ofrecida ayer en el Fernando Argüelles no se vuelva a repetir. El balonmano antequerano agoniza desde hace tiempo y ninguno de sus protagonistas merece un final como el que se teme.

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