Rayo Vallecano - Málaga CF

Final a paso de tortuga (1-1)

  • El Málaga, gracias a un gol de Ricca en el descuento, evita la derrota pero no un término de temporada en el que se queda sin objetivos. De nuevo la falta de puntería fue un lastre.

Asumido que el Málaga ya no perderá la categoría, el peor compañero de viaje que hay de aquí a final de Liga es la falta de alicientes. Una vuelta después del milagro de Vallecas, con una remontada que supuso el punto de inflexión hacia la permanencia, los pupilos de Javi Gracia se encaminan a una conclusión del campeonato anodinas. El equipo está exactamente equidistante de la última plaza que da acceso a Europa y el primero de los que descienden. Hasta le ha adelantado el Valencia, que hace una semana no tenía tan claro eso de que la permanencia estaba en el bote. Quién sabe si la victoria hubiera alimentado el milagro de la séptima posición, pero lo cierto es que ese tren parece haberse ido, por más que el Sevilla se empeñe en complicarse la vida. Así que empató Ricca en el descuento y no se celebró como suelen ese tipo de goles. No fue la chilena de Baptista, ni el tercer tanto de Guede al Tarrasa. Fue un gol de maquillaje para evitar otro palo en casa y la tercera semana seguida sin marcar. 

Tuvo el partido algo de prolongación de lo que ocurrió contra el Athletic el pasado domingo. En cuanto a que no se pueden reprochar las ganas con las que saltó el equipo y la disposición para llevarse los tres puntos. De nuevo la falta de puntería recordó cómo se ordenan los conjuntos en la tabla clasificatoria y por qué al Málaga no le dará para amenazar a Celta y Athletic. Eso sí, el Rayo no se empleó de manera tan rácana. Pese a su presión por abrochar la permanencia, es admirable cómo este equipo mantiene intacta su filosofía. Se han visto Rayos más imponentes en La Rosaleda, incluso cuando ha salido goleado, pero vino a jugar a lo que sabe.

Dos tiros al poste y un penalti no pitado de Weligton a Javi Guerra (se tuvo que marchar sangrando y medio grogui del campo debido a ello) fueron la antesala del tanto de Raúl Baena, que suele venir como un desconocido a Martiricos cada vez que juega, pese a que un grupo nutrido de torroxeños le alienta desde la grada. El tanto se le adjudica a él, aunque fue un conglomerado de fortunas para los visitantes. Un córner que llegó de rebote lo despejó Camacho; Embarba se atrevió a conectar una volea de esas que se suele ir a la grada para que el equipo recupere en la transición defensiva. Sin embargo, tocó en el suelo y en Baena para envenenarse de manera imposible para Ochoa. El mexicano mostró buena reacción pero ahí era imposible llegar. 

 

No digirió nada bien el gol el Málaga, al que le costó volver a aterrizar. Pasó a poseer una posesión artificial hasta que se mostró más decidido para ir a por el empate. Llegó hasta las bandas, hubo centros, pero esa envolvente sensación de impotencia en el remate seguía pululando por el campo. Si la clasificación se ordenada a los puntos, no a los ko técnicos, entonces sí que sería europeo este equipo. 

Eso sí, la fe es otro de los valores blanquiazules, y no faltó para perseverar hasta el final y que si, llegara la derrota, no fuera porque no se intentó evitar hasta el último aliento. Y llegó la recompensa en el minuto 91 para alguien que a priori no estaba invitado a la fiesta del gol. Ricca dejó un punto en casa en una jugada de pinball e incluso la suerte de que un mal remate se convirtiera en gol. Prolongaron la falta de Atsu primero Horta y luego Santa Cruz; al uruguayo le cayó el balón con todo a favor para marcar y le pegó más con el alma que con la mirilla, pero ello bastó para despistar a Juan Carlos y hacer el empate. Ahora queda la motivación de saberse jueces de la Liga en el Calderón y, a ser posible, fastidiar la séptima plaza al eterno vecino. 

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