Ganas de comida casera

El Real Madrid insinúa que no se desaplicará los fines de semana, mientras el Barcelona paga carísima su primera gestión de las rotaciones

Ganas de comida casera
Ganas de comida casera
Juan Antonio Solís

13 de septiembre 2016 - 05:02

Después de ese molesto parón ya habitual en los últimos años, que equivale a levantarte de la mesa nada más tomar el primer aperitivo, la Liga Santander se mete en harina. Las primeras pinceladas ya resaltan. Predomina el blanco.

La Liga es la Liga

El Real Madrid no puede permitirse el lujo de haber ganado una sola Liga en los últimos ocho años. Y encadenar cuatro sin catarla. Calmado ese apetito de Champions, Florentino Pérez ha hecho ver a Zidane que nada de descuidos en los partidos de sábados y domingos. Que de todo se cansa uno, hasta de comer en encopetados restaurantes de comida internacional todos los días, y la parroquia madridista quiere volver a paladear la cocina casera. Y la peña parece que ha captado el mensaje. El preparador francés sabe que sus chicos lo asimilarán mejor con mimos. Con una buena barbacoa, por ejemplo. Buen rollito ante todo. Y la prensa afín rendida. Es la diferencia: si Benítez invitaba a un asado, el chiste estaba servido.

El caso es que el Real Madrid saluda la vuelta de Cristiano, sea con gomina o con peluca, destilando un fútbol irresistible bajo la batuta de Modric. Y Casemiro de sostén por detrás, no se olvide. Esto no ha hecho más que empezar y el Madrid empezó en un tramo valle del calendario. Pero tampoco se consideraba un puerto de primera la visita del Alavés al Camp Nou y el campeón se cayó de la bici al más puro estilo Contador. Menos tres para las huestes de Luis Enrique.

Champions es Champions

Y es que suele ocurrir que en etapas llanas en apariencia, se emboscan celadas. Sobre todo si asoma la Champions en lontananza. Llega la hora de gestionar las rotaciones. Y si al entrenador de turno se le va la mano con ellas, el efecto es doblemente pernicioso: merma el potencial técnico del equipo y además, puede desinflar la concentración de los actores, que perciben ese desmedido interés de su jefe en el frente continental. Fue lo que le pasó al Barça ante el Alavés. Messi, Luis Suárez e Iniesta en el banquillo de inicio -es de las plantillas más cortas de la Liga, con sólo 22 efectivos, y a Luis Enrique le da pavor llegar a mayo sin gasolina- más el debut de Cillessen y Paco Alcácer. Cuando salieron Messi, Iniesta y Luis Suárez, la suerte estaba echada. Ese pecado de confianza ante el Alavés conllevó la penitencia.

A otro que se le nubló la vista con el destello de las estrellas de la Champions, Jorge Sampaoli, no le pasó lo mismo porque Dios no quiso. Aunque los hinchas de la UD Las Palmas lo achacan a algo más terrenal: un tipo con un silbato. El argentino dejó en el banquillo a Vitolo y Sarabia, los dos atacantes más en forma del Sevilla hoy. Y como Luis Enrique, debió recurrir a ellos con prisas. Esta vez, la desesperación tuvo premio con esos dos goles postreros. Los canarios reclamaron que el saque de esquina del 2-1 no se debió haber lanzado porque ya se superaban los tres minutos.

El alargue del alargue

Y es que en este arranque de Liga no han sido pocas las veces en que un árbitro decide alargar el tiempo añadido -está en su criterio, según el reglamento- y en ese alargue del alargue ha llegado un gol. El pasado fin de semana, en Sevilla y en Granada. Una arbitrariedad que genera crispación en el perjudicado. Convendría dejar claras las situaciones en las que la decisión del colegiado de añadir aún más tiempo está plenamente justificada.

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