Isco vive en una paradoja
Cohibido en la primera mitad, se suelta y da un recital en la segunda Acaba expulsado por dos amarillas, fruto de su nueva labor más retrasado Kameni le sacó el 0-2
Isco vive encerrado en una paradoja. Tiene una única manera de conquistar minutos en el Real Madrid. Pasa por fajarse en el medio del campo, lejos del hábitat en el que es diferente y especial, en los últimos 30 metros, en las cercanías del área rival. Lo cual no impide que más retrasado sea también fabuloso, dé sentido a la circulación de balón, quite más de lo que podía pensarse y canalice el juego.
Por La Rosaleda, el campo en el que contempló por primera vez, con cinco años, un partido del Málaga, en una visita del Granada en Segunda B en la segunda mitad de los 90, se observa al nuevo Isco. "Más completo y más maduro", anunciaba Ancelotti en la previa. Quizá un punto más burocrático y menos diferencial, aunque la percepción cambia conforme pasan los minutos. Tras una primera parte algo más cohibido, se suelta en la segunda y regala un recital de controles orientados, pases al primer toque para lanzar a las balas blancas. Falla un gol, porque Kameni le tapa toda la portería, tras una pared con Cristiano. El ataque provenía de uno de los 11 balones que roba en todo el partido.
Isco vivió con amargor el final del partido. La tercera expulsión en Primera, todas en La Rosaleda. Ante el Sevilla por una entrada a Negredo, ante el Sporting el día en el que el Málaga alcanzó la clasificación para la Champions y ayer. En el minuto 86 sale del partido. Quizá Ancelotti le iba a cambiar, pero se tuvo que llevar la ovación muy grande de La Rosaleda de una manera poco agradable. Fue expulsado por doble tarjeta amarilla. Una clara y merecida tras parar a Boka. Otra no merecedora de la amonestación tras tocar el balón en una recuperación por detrás a Samu Castillejo, seguramente, por distinto y especial, su sucesor entre los malagueños proyectos de crack.
El del Arroyo de la Miel tiene la facilidad para emplearse en cualquier lugar del campo porque es un elegido y ahí, al lado de Kroos y James, a veces en una línea de tres y a veces en una de cuatro cuando Bale hacía como que cubría la banda derecha, se sobra para ser un jugador más. En todo un Madrid, en el campeón de Europa. Pudiera parecer una exageración localista de quien ha visto a Isco convertirse en un jugador igual de importante, o más, en un equipo con Cazorla, Joaquín, Toulalan, Demichelis y Caballero, casi todos jugando hoy en día en Champions. Pero uno echa en falta ese Isco despojado de tantas obligaciones defensivas y 15 metros más adelante para disfrutar de toda su esencia. Si es más Iniesta o es más Xavi, porque a Isco se le mide como el referente de la selección española en la próxima década. Es un debate de calado.
Mientras tanto, Isco hace una mili de tremenda exigencia, ahora reinventándose como un Modric, explorando otras vertientes de su fútbol. Como es intuitivo y el balompié lo tiene en la cabeza, es capaz de robar balones por anticipación o por colocación. Y se le ha grabado en la mente que tiene que correr para atrás. De ahí vino su expulsión, por correr tras Samu Castillejo, ya con el 0-2.
Isco aprende otro idioma del fútbol que ya habla fluido, pero chirría verle pararse para mantener la posición en un contraataque, varios de los cuales inició con algún toque de primeras de categoría o tras algún control zidanesco, también una roulette. O, cuando se descolgaba un poco, un pase al primer toque con el interior con la fuerza precisa para que Carvajal centrara. Y así un par de superioridades creadas con deliciosos controles para conducir como siempre. Un pase medido a Bale, otro en profundidad a Cristiano, un approach de golf para dejar la bola muerta a Carvajal, su mejor socio. El componente emocional también juega en estos encuentros, pero Isco desprende esa imagen de ese jugador al que el fútbol no le impide dormir una siesta antes de la final de un Mundial aunque sea lo que más le guste hacer en la vida, vida que siempre estará teñida de blanquiazul según anunciaba durante la semana.
Isco aspira a ser el mejor jugador malagueño de la historia. En La Rosaleda se celebra su crecimiento. El sincero "Isco, Isco" que atronó cuando fue expulsado no fue correspondido por el jugador, enfadado por su injusta expulsión. Para sí se lleva el reconocimiento del estadio de su vida. Mientras, resuelve su paradoja. Corriendo más que nunca.
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